He pensado mucho últimamente en todos esos actores míticos que acaban sus días prematuramente porque la vida les puede. Alguien me dijo «los artistas somos población de riesgo», y a eso se sumaron una serie de experiencias más o menos consecutivas que me han hecho reflexionar sobre el tema. ¿Qué le puede pasar a alguien que aparentemente lo tiene todo para autodestruirse? Actores, pintores, estrellas del rock, influencers recientemente… Todo aquel que ha podido ser adorado es población de riesgo, ¿por qué?
He llegado a la conclusión de que es una cuestión de contrastes. Por ejemplo, los premios, las atenciones, las becas internacionales, los seguidores en redes, todo eso no tiene por qué corresponderse con una realidad económica. Os sorprendería la precariedad real de la mayoría de los oficios que tienen que ver con el arte y que pueden recibir más o menos atención. También hay quien vive bien, claro, pero, ¿qué pasa si un día el teléfono deja de sonar? Tenerlo todo, en especial el cariño y admiración del público, y que, de repente, esa misma gente te olvide no debe ser fácil de digerir.
El ser humano, además, se acostumbra rápido a lo bueno y tiende a pensar que durará siempre. Eso no se corresponde con la realidad, claro, pero es difícil tenerlo presente si no tienes a tu alrededor una red segura que te lo recuerda, que sabe quién eres. Debe ser facilísimo y súper tentador dejarse engullir por el personaje con fortuna y olvidar al pobre desgraciado que somos todos en el fondo, con nuestras miserias, que crecen desmesuradamente el día que algo, aunque sea una tontería, falla.
Luego está el síndrome del impostor. Todo logro conlleva una responsabilidad. ¿Y después qué? ¿Se puede seguir al mismo nivel? ¿Fallaré en algún momento? ¿Y si el acierto fue una casualidad y nunca más vuelve a suceder? A esto puede sumarse la cantidad de gente que no disfruta los procesos, que es rígida en cuanto a sus planes de vida y por lo tanto no se deja llevar por lo que finalmente sucede, la gente que no puede disfrutar de lo que tiene sino pensando en lo que le falta… y, hoy en día, la necesidad absurda de mantener una imagen exitosa y coherente en las redes sociales, en especial si esa imagen te ha proporcionado una corte de seguidores que podría dar la vuelta al mundo dándose la mano.
Debe ser inevitable, cuando algo no es como en una foto pasada por un filtro, pensar que todo en nuestra vida es falso; los contrastes entre la realidad y lo que se proyecta. El éxito y el colorín luchando contra tener sarpullidos, pocos ahorros, ansiedad, complejos, unas relaciones personales deficientes o un pasado que te persigue. Supongo que pienso en todo esto porque siempre me han dado pena los juguetes rotos, y los recuerdo cuando leo, en el post de un famoso, que alguien, al que se suman muchos, lo llama vago, gordo, imbécil o cualquier cosa peor.