María Zaragoza | Los Lectores 26/09/2022
 
 
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Siempre he pensado que tener claro, todos los días sobre todos los temas, que uno está en lo correcto es un ejercicio de soberbia. Pero si eso fuera cierto, el mundo estaría lleno de soberbios y esto, la verdad, no creo que sea así. Si bien es cierto que todos estamos llenos de contradicciones, lo que me molesta la soberbia no casaría nada bien con mi concepto de que la gente, en esencia, preferiría ser buena. Esto me lleva a pensar que, en el fondo, creer que uno está en lo correcto a todas horas y que tiene razón sobre todos los temas sobre los que opina es un acto de inseguridad. Cuantos más años pasan, más me cansa escucharme a mí misma, porque siempre me llevo conmigo y no me queda otra, por lo que cada vez la escucha me resulta más satisfactoria. Esto me ha conducido a descubrir que mucha gente que trata de aplastar al resto con sus sentencias, al final, lo que espera es que la abracen. Hablo del abrazo como un acto real o metafórico de afirmación. Un: «sí, cariño, tienes razón en todo, qué listo eres». Es decir, que en el fondo lo que necesitan esas personas es sentirse importantes.

Por desgracia, el mundo es muy poco maniqueo. Y digo por desgracia sólo en un sentido: si todo fuera blanco o negro, bueno o malo, sería sencillo. Sin embargo, precisamente en que haya tan poquísimas cosas que no sean complejas ni estén llena de matices —por no hablar de las personas— es donde reside su belleza. Es donde reside, también, su interés. Sin embargo, para disfrutar de la complejidad del mundo, y sobre todo de la complejidad de la gente, hay que pararse y contemplar. O, lo que es lo mismo, tener la tranquilidad interior lo suficientemente desarrollada como para que percibir que no se está del todo en lo cierto no destroce el amor propio. Por lo tanto, pienso que cuando la gente se cree en la posesión de los absolutos, en el fondo está transmitiendo su miedo. Normalmente, por eso, cuando se acaban los argumentos, empiezan las descalificaciones y la violencia.

Por supuesto esto es lo que pienso hoy, pero no espero que sea una verdad irrefutable. A lo mejor sólo es mi forma de vencer el miedo a que de veras esté el mundo lleno de soberbia. A lo mejor sólo habla la inseguridad por mis propias contradicciones. Espero, sin embargo, que las contradicciones me hagan más fuerte que insegura, pero eso ya es una cosa personal.

Me da la sensación de que, últimamente, la gente tiene más necesidad de imponer sus criterios, de pensar en blanco y negro, de segregarse por sectores de pensamiento. Más allá de que me parezca terriblemente empobrecedor, me preocupa tener razón. Porque, de ser así, cuánta gente en el mundo siente esa necesidad imperiosa de sentirse importante aunque sea por un rato. Cuánta gente vive pues en la increíble tristeza y soledad de los absolutos.
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