Cada día estoy más segura de que gran parte, si no de la felicidad, sí de la estabilidad emocional, depende de la aceptación de las propias contradicciones y, por extensión, de las de los demás.
Me preocupaba hace unos años —ahora que el facebook te refresca la memoria es fácil saberlo— el hecho de que la gente empezase a pensar que la vida era como las redes sociales. Es curioso que en cierto modo algunas de mis preocupaciones no sólo no pasen de moda, sino que se perfilen y se perfeccionen con el tiempo. En el caso de esta en concreto, no tengo ni idea de a qué se debió que decidiera expresar semejante cosa en público, pero sí que ahora podría decir qué me preocupa a día de hoy con esa premisa como base: me preocupa que la gente piense que las personas sólo tienen un perfil, y que ese perfil es absolutamente inmutable.
Internet ha democratizado la información pero, al mismo tiempo, nos ha hecho pensar que el todo es consecuencia de una parte: la que el dueño de su perfil ha decidido mostrar. Cada palabra, cada fotografía de cada persona representa a esa persona, es lo que ha colocado ahí para el mundo y, por lo tanto, debe de ser lo más destacable de su personalidad. Eso tiene consecuencias desconcertantes, como que una persona no pueda ser dos cosas a la vez o pensar dos cosas simultáneamente que entre sí no sean muy compatibles; y eso, en el mundo real, pasa todo el tiempo. Sólo la ficción tiene el deber de ser coherente, lo que demuestra que nuestro perfil en internet, nuestro rastro, es sólo una ficción muy elaborada basada en nuestras vidas y sobre la que, paradójicamente, muchos construyen sus vidas. Las burbujas de opinión, el sólo relacionarnos con aquellos que opinan como nosotros, se favorece gracias a los algoritmos. La inteligencia de la pantalla nos mantiene aislados junto a nuestros semejantes.
Por otro lado, lo que dejamos en internet parece quedarse ahí para siempre, con lo que el cambio es inútil. ¿De qué sirve haber hecho un análisis de conciencia, una transformación total, ser mejor persona en todos los aspectos si hiciste un comentario racista en twitter hace quince años que cualquiera puede tirarte a la cara en cualquier momento? Las personas evolucionamos, algunas incluso involucionamos en algunos o muchos aspectos. Siempre ha sido así menos ahora. O al menos es lo que parece.
Qué extraño tener que aceptar que no sólo tenemos derecho a ser contradictorios en un sentido, sino también en un momento. Podemos tener dos ideas contradictorias sobre una misma cosa. Podemos ser contradictorios con nuestro yo del pasado. A veces creo que es algo que dimos por hecho y que, como no lo peleamos, no nos dimos cuenta de que lo habíamos perdido hasta que fue, como siempre, demasiado tarde. El derecho a la contradicción y a la falta de coherencia, como todo derecho una vez perdido, será complicado de recuperar.
María Zaragoza | Los Lectores 27/03/2023
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