En otros países, como Suecia o Dinamarca, también elaboran un pan de Navidad, pero con forma de cerdo, del que se guarda un trozo para mezclar en primavera con la simiente. La tradición anglosajona recoge también un pastel de Navidad, en este caso en Nochebuena, en el que se introduce una moneda de plata, un dedal y un anillo, simbolizando suerte, prosperidad y una nueva relación o una boda, respectivamente, para el que encuentre cada uno de estos regalos.

Historia y origen
Todas estas dulces tradiciones tienen un origen común que se ha ido adaptando con el paso del tiempo; esa torta elaborada durante las saturnales romanas que igualaba a esclavos y a plebeyos y en la que se introducía un haba seca, símbolo de prosperidad y fertilidad, que convertía en rey de reyes al que la encontraba, por un corto tiempo.
Fueron precisamente los romanos los que introdujeron esta tradición en la Península Ibérica y en otros países mediterráneos.
En Francia, por ejemplo, el Roscón de Reyes se convirtió en una tradición aristocrática, conservando el espíritu romano del ‘Rey del Haba’. En el siglo XVIII, un cocinero con ganas de complacer al pequeño Luis XV, introdujo también en el roscón una moneda de oro que adquirió un valor simbólico superior a la legumbre, quitando protagonismo al haba y condenándola a ser un símbolo negativo o incluso al olvido. Esta innovación llegó también a España y, con el tiempo, la moneda se transformó en figurita de cerámica.
La costumbre de introducir el haba en el roscón desapareció durante un tiempo hasta que, a mediados del siglo XIX, decidió rescatarse con el objetivo que quien la encontrase, en lugar de ser coronado rey de la fiesta, le tocaba pagar el postre. Curiosamente, de aquí deriva también el popular insulto ‘tontolaba’, ya que el desafortunado hallador de la legumbre empezó a llamarse ‘el tonto del haba’.
Así que el ‘Rey del Haba’ ha terminado convirtiéndose en el ‘Tonto del Haba’ con el paso de los siglos. Lo que no ha cambiado es su dulce contenedor, una masa de harina, huevos y azúcar que, el 6 de enero, con diferentes rellenos y tamaños, regenta las mesas de nuestras casas acompañado con chocolate caliente.

Proceso de elaboración
La elaboración del roscón, aunque en principio pueda no ser muy compleja, requiere de magia, tiempo y dedicación. Especialmente si se hace al modo tradicional, como bien saben en la pastelería ‘Tradición 1892’ de Alcázar de San Juan.
Con los mejores ingredientes, materia prima de calidad, desde la harina a la fruta confitada que decora su tostada superficie, dan forma cada Navidad al roscón de Reyes, un dulce que requiere de unas ocho o nueve horas de proceso hasta estar terminado.
Primero se elabora la masa madre, que se deja reposar unas tres horas para que coja volumen y fermente, mientras se preparan el resto de ingredientes como la naranja y el limón rayado, huevos, azúcar, azahar, ron, mantequilla y algún que otro secretillo; ingredientes que después se incorporarán a la masa madre de agua y harina. El siguiente paso es pesar las porciones –entre un cuarto y los dos kilos de los roscones más grandes, normalmente por encargo- se amasan de nuevo y se embolan y se dejan reposar un tiempo. Después hay que darle la forma de rosca e introducir haba y sorpresa. Los roscones se van depositando en bandejas con su nueva forma y, otra vez, ahora durante dos horas, vuelve a reposar la masa.

En el proceso de amasado, formado y reposado está la magia del dulce navideño. Magia que transmiten los ingredientes, en su justo equilibrio para que sean después reconocibles en la boca, sin que ninguno de ellos prevalezca sobre el resto. Magia también en las manos que acarician y dan forma y en la fermentación propia de la madre, cambiando con cada paso, tomándose su tiempo. Este es el secreto del roscón, lo demás son aditamentos. Tras bañarlo con huevo y decorarlo con fruta confitada, almendras y azúcar, el milagro finaliza después de media hora de cocción en el horno.
El roscón original no llevaba relleno, éste se añadió a mediados del siglo XX, complementando el dulce con nata, crema o cabello de ángel. Digamos que estos serían los roscones de Reyes tradicionales y el resto son recientes innovaciones: trufa, turrón, crema catalana, café, mango, tiramisú… lo que se quiera. Luis Aurelio Cortés, propietario de esta pastelería familiar, comentó a manchainformacion.com que en los últimos años han tenido encargos pidiendo roscones rellenos con diferentes sabores de frutas y que el relleno más curioso que le han encargado esta Navidad ha sido el de té matcha.

Tradición de Reyes
Con estos antecedentes, el Roscón de Reyes cobra más valor, especialmente si se ha elaborado de forma tradicional y artesana, con mimo, como saben hacer en ‘Tradición 1892’.
¿Por qué el día de Reyes? Lógicamente porque se trasladó la fiesta del solsticio invernal a la tradición cristiana de la celebración de la Navidad y el nombramiento de ‘Rey de Reyes’ a la tradición de los magos de Oriente. Una bonita excusa para poder seguir degustando este dulce con sorpresa que, por unos momentos, nos devuelve a la niñez.