Cargando...Quién nos iba a decir a nosotros, la generación mejor preparada, la generación de la explosión tecnológica, la generación que ya fue golpeada una vez (directa o indirectamente) por otra crisis hace una década, que nos iba a tocar vivir una pandemia global que iba a paralizar el mundo tal y como lo conocemos.
Y es esa coletilla, la palabra “global”, la que algunos parecen no entender. O no querer hacerlo. Esta pandemia, con su correspondiente confinamiento, nos ha servido para muchas cosas. Hemos conocido otra realidad, la de estar en casa, la de no poder disfrutar de nuestros amigos, de nuestras parejas, la de privarnos de celebraciones, graduaciones y viajes de fin de Grado. Hemos descubierto que todos somos epiemiólogos, virólogos, médicos, gestores y politólogos.
Pero si una cosa nos ha sorprendido, ha sido la cantidad de salvapatrias que hay en este país nuestro. Salvapatrias que, envueltos en la bandera (la de todos, ojo), salen a la calle en pleno estado de alarma, cacerola en mano, a gritar proclamas contra el Gobierno. Se apropian de la palabra que quizá más peso tenga de todo el diccionario, “Libertad”. Y nosotros nos preguntamos, ¿de verdad reclaman libertad o simplemente hacen demostración del más puro egoísmo?
De la ultraderecha uno se puede esperar cualquier cosa, cualquier petición o acción esperpéntica, como votar en la Eurocámara contra el plan anticrisis. Pero la deriva que está tomando el Partido Popular, en nombre de la tan amada Patria con mayúsculas, es digna de minucioso estudio. Estábamos acostumbrados a verles mercadear con el terrorismo de ETA, con conflictos territoriales como el catalán, con los muertos de atentados y actos terroristas. Pero siempre nos quedaba la esperanza. Ahora votan en contra de la prolongación de un estado de alarma porque, señores, la economía es lo primero.
Con todos estos ingredientes sobre la mesa, nos surgen varias reflexiones que darían para más de una docena de artículos de opinión. ¿Qué es “salvar a la patria”? ¿Despedir a los sanitarios que estuvieron en primera línea contra la COVID-19 en Madrid o prorrogarles el contrato hasta el 30 de septiembre como se ha hecho en Castilla-La Mancha? ¿Salir a la calle, bandera en mano, a gritar “¡asesinos!” a los miembros del Gobierno o aprobar medidas para proteger a los autónomos? ¿Buscar una cacerola y aporrearla desde el balcón o aprobar un aumento en el presupuesto de becas universitarias además de facilitar el acceso a las mismas suavizando los requisitos necesarios? ¿Pasar revista en plena Puerta del Sol, en pleno estado de alarma, a miembros de los equipos sanitarios, bomberos, Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estado o blindar la protección de los trabajadores afectados por los ERTES? ¿Votar contra un estado de alarma que ha garantizado con creces su efectividad en la disminución del avance del virus o tratar de buscar apoyos a uno y otro lado del espectro político pensando en la salud y seguridad de toda la población? ¿Organizar a un equipo de voluntarias, que con su mejor intención han estado como leonas, dejándose los dedos y la vista, cosiendo mascarillas para repartirlas por todos los domicilios de Alcázar de San Juan, o publicar disparates en redes sociales sobre lo mal cosidas que están y lo mal que lo ha gestionado la Alcaldesa? ¿Culpar a los diferentes gobiernos, central o regional, de las consecuencias de una pandemia mundial en la que multitud de países están sufriendo sus graves consecuencias tanto sanitarias como económicas? ¿Eso es salvar la patria?
Es la segunda crisis que le toca vivir a nuestra generación. Sí. Pero es la primera en la que las medidas económicas están dirigidas a salvar a las personas. Y no al revés.
Eso es salvar la patria.
