El primer edil y concejales del equipo de Gobierno dieron continuidad a la tradición de festejar con sus ciudadanos el centenar de años y siguientes regalando una tarta y un ramo de flores que la propia Pabla Díaz-Maroto Maqueda, haciendo honor a su fama de mujer sencilla y entregada a todos, donó en ofrenda al Santísimo Cristo del Consuelo, patrón de todos los fadriqueños. Le acompañaron en la celebración sus familiares más directos, como su cuñado Honorato y sobrinos.
Entre las anécdotas de esta larga vida de una de las fadriqueñas más longevas, el haber sido madre adoptiva de un niño que no conoció a su madre natural porque falleció mientras le alumbraba a este mundo, o la fama que le otorgan todos aquellos que la conocen de ser «una mujer trabajadora y humilde, con muy buen corazón y que, a pesar de su edad, sigue ayudando en los quehaceres diarios de su casa».
Y es que, aunque ha sido soltera toda su vida, no le han faltado dificultades en esta España que tantos sufrimientos y retos ha planteado a los españoles en los últimos 100 años, como es bien sabido sobrevivir a dos guerras mundiales y a la Guerra Civil, y sobre todo a la larga posguerra. Pero viendo su sonrisa no puede uno menos que pensar que las dificultades hacen más dulce esa victoria que es vivir la vida con todas las lecciones que su universidad te da y que nadie te enseña sino la vida misma, lecciones que los 100 años de esta mujer en sí mismos ya son toda una magistratura, y con los que le deseamos muchos cumpleaños más y con esa juventud que desprende.