Los habitantes de esta Villa se aprovisionaban en esta Feria para pasar el duro invierno en la llanura manchega: mantas, tejidos de abrigo, aperos para la labranza y arreos para los animales, así como útiles para practicar la ansiada ‘matanza’, en la que se daba buena cuenta del cochino que se había criado con esmero durante todo el año: las lebrillas, calderos, orzas en las que conservar en abundante aceite los ricos y energéticos manjares que proporcionaba el animal y gracias a los cuales se hacía frente a la dura jornada de trabajo en el campo, bien recibidos en la época en que los cortantes fríos atacan esta tierra.
Evidentemente los tiempos han cambiado y, aunque esta primitiva “necesidad” de la celebración de esta Feria ha quedado para el recuerdo, los socuellaminos, fieles guardianes de sus tradiciones, se resisten a abandonarlas, y lejos de ello, han sabido impulsar este evento, manteniendo esta feria y celebrando otras actividades paralelas. Como manda la tradición los días previos al de ‘Todos los Santos’ (1 de Noviembre), se acude al Campo Santo a limpiar, encalar y acondicionar el lugar donde reposan los difuntos y se llena de flores para celebrar el día de ‘Los Difuntos’ (2 de Noviembre) la tradicional misa en el cementerio a la que acuden prácticamente todos los socuellaminos y naturales de esta localidad que cada año regresan para estas fechas.
Paradójicamente, mientras esto tiene lugar, al Recinto Ferial van llegando los ‘caballitos’, los ‘coches de choque’, la tómbola, las palomitas recién hechas, el algodón de azúcar y las estrellas de la Feria: el puesto de castañas asadas y los ‘turroneros’.
Y paralelamente, numerosas actividades lúdicas y de divertimento que giran en torno a la Feria, como una edición más, y ya son XVIII, de la Muestra Nacional de Teatro ‘Villa de Socuéllamos’, del 28 de octubre al 4 de Noviembre, en el espléndido auditorio ‘Reina Sofía’; o la IX Carrera Popular ‘Socuéllamos 10K’, a celebrarse el 27 de octubre y que cada año cuenta con más participación, alcanzando los más de mil participantes.
Son en general unas fechas muy acertadas para programar una visita a Socuéllamos y aprovechar para probar la gastronomía socuellamina; diferente dependiendo de la época del año en la que nos encontremos, incluso ciertos platos van unidos a determinadas fiestas o celebraciones particulares. Una tierra como la manchega, de clima extremo, fría en invierno y cálida en verano, tiene que adecuar su dieta al medio físico y la cocina popular sabe hacer eso a las mil maravillas.
La gastronomía tradicional socuellamina es rica y recia, con tradicionales guisos, carnes, quesos, postres exquisitos y vinos bien criados. Por algo estos platos son protagonistas de uno de los capítulos de El Quijote, en el que se narran las bodas del rico Camacho y que tienen lugar en Socuéllamos. Pero lo más digno de mención no es precisamente la variedad y riqueza de sus ingredientes: elementos sencillos, naturales, de temporada, que hacen las delicias de todo el que los prueba; lo verdaderamente original es la sabiduría en su preparación, que con ingredientes de la mayor simpleza, sabiamente preparados, mezclados y presentados, consigue recetas literalmente geniales.
Concretamente en esta época, las migas ‘ruleras’, a base de miga de pan son propias de la época de vendimia, ya que se suelen acompañar con uvas de la cosecha. Típico también de la época son las tortas de mosto, el arrope y el mostillo, dulces elaborados a base del zumo recién exprimido de este fruto, así como los exquisitos huesos de santo y los buñuelos de viento, que se siguen elaborando de forma totalmente
artesana. Cómo no, las gachas a base de harina ‘de titos’ o ‘de guijas’, guiso muy energético… Y en cualquier época del año el pisto manchego, la caldereta de cordero, el lomo de orza, panes recién horneados, variedad de dulces caseros y, cómo no, fabulosos vinos.
La fiesta está servida, están todos invitados.







































































