En un rincón de la constelación del Altar (Ara en latín), a unos 49 años luz de la Tierra, brilla una estrella con una importancia simbólica inmensa: μ Arae, ahora oficialmente conocida, entre otras denominaciones, como “Cervantes”. Este nombre no es producto del azar, sino el resultado de una iniciativa internacional de gran envergadura, en la que España se vio involucrada, que culminó con la inclusión del nombre de uno de nuestros mayores escritores en el catálogo oficial de la Unión Astronómica Internacional. Este hito representa un ejemplo notable de cómo la ciencia puede conectar con la cultura y de cómo una comunidad nacional puede movilizarse para dejar una huella en el cielo.
Planetas orbitando otras estrellas
Para poner en contexto el contenido de este artículo, es interesante hacer notar que en 2025 se cumplen 30 años desde el anuncio de la detección del primer planeta orbitando una estrella distinta de nuestro Sol. A día de hoy se ha confirmado la existencia de alrededor de 5900 planetas extrasolares -también denominados exoplanetas– y de 980 sistemas planetarios. Este campo de investigación es uno de los más activos de la astronomía, y entre sus objetivos destaca contestar preguntas que llevan intrigando a científicos, filósofos y pensadores desde hace siglos: ¿hay vida más allá de la Tierra?, ¿estamos solos en el universo?
El profesor Michel Mayor, junto a miembros de la Sociedad Cervantina Alcazareña durante su visita en octubre de 2021
Uno de los descubridores de ese primer exoplaneta, Michel Mayor, profesor en la Universidad de Ginebra, y Premio Nobel de Física 2019, visitó nuestra Sociedad en 2021 donde disfrutamos de su compañía, amabilidad y ciencia en uno de los tradicionales almuerzos de Don Quijote. Al atardecer, desde el cerro de los molinos, pudo contemplar el infinito horizonte manchego que Don Quijote recorrió.
μ Arae: la estrella y sus planetas
μ Arae es una estrella ligeramente más grande, masiva y luminosa que nuestro Sol. En el año 2001, un equipo de astrónomos detectó un planeta orbitando esta estrella. Posteriormente se descubrieron tres planetas más. Desde su descubrimiento, los planetas alrededor de la estrella fueron bautizados con identificadores técnicos: μ Arae b, c, d y e, siguiendo el sistema tradicional de añadir letras minúsculas en orden alfabético al nombre de la estrella, a partir de la “b”, conforme se descubren planetas orbitándola. Aunque útiles para la ciencia, estos nombres eran poco inspiradores para el público general. Fue entonces cuando una propuesta cultural y científica, nacida en España a raíz de una iniciativa de la Unión Astronómica Internacional, buscaría dotar a estos cuerpos celestes de nombres con significado humano y universal.
La oportunidad de la Unión Astronómica Internacional: NameExoWorlds
En 2015, la Unión Astronómica Internacional – IAU en sus siglas en inglés- organismo responsable, entre otras tareas, de la nomenclatura oficial de cuerpos celestes, lanzó una iniciativa sin precedentes, denominada NameExoWorlds, nombre que contiene de forma sintética su objetivo principal: dar nombres a esos mundos externos. Por primera vez, se invitaba al público de todo el mundo a participar en la elección de nombres oficiales para 20 sistemas planetarios extrasolares previamente descubiertos.
La convocatoria tenía como meta acercar la astronomía al gran público y reconocer el vínculo cultural que los humanos han establecido con el cielo desde tiempos inmemoriales. Asociaciones astronómicas, instituciones científicas, escuelas, museos y ciudadanos de todo el mundo fueron invitados a proponer nombres y participar en la votación.
Cada país podía centrar su atención en un sistema propuesto. España, con una vibrante comunidad astronómica y cultural, no tardó en organizarse para dejar su impronta.
España propone: Cervantes y sus personajes
La iniciativa española surgió de forma coordinada entre varias entidades científicas y culturales, lideradas por la Sociedad Española de Astronomía (SEA), el Planetario de Pamplona, con el respaldo del Instituto Cervantes. Su propuesta fue clara, poderosa y con gran carga simbólica: dar el nombre “Cervantes” a la estrella μ Arae, y bautizar a sus planetas con nombres de personajes del Quijote, la obra cumbre de la literatura española y una de las más influyentes de la historia universal: “Quijote”, “Dulcinea” “Rocinante” y “Sancho” serían los nuevos nombres de los cuatro planetas b, c, d, e, del sistema.
Los nombres fueron asignados escogiendo personajes clave: “Quijote” simboliza la “Dulcinea” representa el amor idealizado e inalcanzable, “Rocinante” recuerda la lealtad del fiel corcel, y “Sancho” actúa como fiel escudero del sistema, y como el carácter más terrenal de los cuatro.
Ilustración de Almudena M. Castro (@puratura), y de Forges, para apoyar la candidatura española para nombrar a la estrella µ Arae y a sus planetas con denominaciones cervantinas
La campaña no tardó en tomar impulso. Diversos medios de comunicación, personalidades del mundo de la ciencia y la cultura, y miles de ciudadanos se volcaron en la promoción y la votación. El respaldo fue tan masivo que pronto se convirtió en una de las candidaturas favoritas a nivel internacional. Entre los apoyos que recibió no puedo dejar de citar el dibujo que amablemente nos proporcionó Antonio Fraguas, nuestro también inmortal Forges, que se publicó en El País pocos días antes de que se abriera el periodo de votaciones.
La victoria: Cervantes en el cielo
En diciembre de 2015, tras meses de votación pública y verificación por parte de la IAU, se anunciaron los resultados oficiales del programa NameExoWorlds. España fue el tercer país en participación, después de Estados Unidos e India. La propuesta española fue aceptada en su totalidad después de recibir más de 38.000 votos: la estrella μ Arae sería conocida oficialmente como “Cervantes”, y sus cuatro exoplanetas pasarían a llamarse “Quijote”, “Dulcinea”, “Rocinante” y “Sancho”.
La noticia tuvo un eco extraordinario. No solo fue celebrada por la comunidad astronómica, sino también por medios culturales y literarios de todo el mundo. Era la primera vez que el nombre de un autor literario, en este caso, Miguel de Cervantes Saavedra, se unía de forma oficial a un sistema estelar en el cielo nocturno. En un sentido simbólico, la inmortalidad literaria de Cervantes alcanzaba así una dimensión cósmica.
Un precedente para la ciencia participativa
El éxito de la propuesta Cervantes fue también una victoria para la divulgación científica. Mostró cómo la ciencia puede abrirse a la participación ciudadana sin sacrificar rigor, cómo la cultura y la astronomía pueden converger, y cómo los grandes referentes históricos pueden inspirar a las nuevas generaciones bajo el mismo cielo que inspiró a civilizaciones antiguas.
Desde el punto de vista institucional, la iniciativa demostró que España contaba con una comunidad científica sólida y capaz de movilizar apoyos amplios, tanto nacionales como internacionales. La campaña fue un modelo de colaboración entre astrónomos profesionales, divulgadores, periodistas y ciudadanos comunes, todos impulsados por una pasión compartida por el conocimiento y el patrimonio cultural.
Cervantes, símbolo universal
La elección de Cervantes y sus personajes no fue solo una celebración del autor del Quijote. Fue también una declaración de principios sobre el lugar de la literatura, el idealismo y el ingenio humano en un universo cada vez más explorado por la ciencia. En un mundo dominado por datos, algoritmos y redes –no siempre útiles a la sociedad- recordar a Cervantes en el firmamento es recordar que el ser humano es también narrador, soñador y buscador de sentido.
Diagrama con todos los sistemas planetarios participantes en NameExoWorlds 2015. La estrella Cervantes y sus planetas, aparecen en el cuadrante superior izquierdo
La historia de Cervantes y su estrella encarna esa fusión de razón y emoción que caracteriza a lo mejor del espíritu humano. En cierto modo, representa una respuesta moderna al sueño clásico de las constelaciones: nombrar el cielo no solo para orientarse en él, sino para encontrarse a uno mismo en medio de la inmensidad.
Epílogo: mirar al cielo con otros ojos
Desde 2015, cuando se observa la estrella Cervantes, visible con telescopios modestos desde el hemisferio sur y regiones ecuatoriales, ya no se está viendo simplemente a μ Arae, se está viendo un pedazo del alma cultural de la humanidad reflejado en el cosmos. Se podría decir, parafraseando al propio Cervantes, que “el cielo es la patria del alma noble”, y que, con esta iniciativa, la ciencia y la cultura han demostrado ser caballeros andantes del conocimiento, cabalgando juntos hacia nuevas fronteras.
Benjamín Montesinos
Centro de Astrobiología, Madrid
Sociedad Cervantina, Alcázar de San Juan