La verdad es que si me ha ido medio bien en la vida ha sido porque me he esforzado en poner mucho de mí en todas las cosas que hago. Incluso porque soy una enferma y hago demasiadas cosas. Pero si hay algo que me he dado cuenta que no me lo ha puesto fácil es mi incapacidad para darme importancia.
Cuidado, no voy a fingir humildad. No sé si soy una persona humilde, pero sí estoy segura de que, si creyera que lo soy, no lo sería en absoluto. Sé lo que vale lo que hago, cuánto cuesta cada cosa, sé perfectamente ocupar mi espacio, pero no sé ocupar un espacio si dudo merecerlo. Por mi experiencia, a la gente a la que se le da bien eso le va fenomenal. Esta gente que finge que lo que hace es súper intenso, súper intelectual y súper profundo, por lo general, acaba convenciendo a los demás de que lo es. A mí me da la risa comprobar que pueden convencer a cualquiera de que, si eso que han hecho no se entiende, es un defecto del receptor y no del emisor. Creedme, por lo general está mal contado, no es una metáfora muy elaborada. Los distinguiréis porque los que de verdad han
hecho algo interesante y profundo lo hacen con naturalidad, no montando un número. Pero, ah, hay tanta gente que cree que hay que parecer en vez de ser, y que premian a los que parecen por encima de lo que son, que a menudo abren una grieta insalvable.
Un amigo me dijo hace años que nuestro problema era que teníamos mentalidad obrera. Creemos en lo que producimos, en nuestro trabajo, y que los que triunfan por ahí son los que tienen mentalidad burguesa, que siempre consiguen que otros les hagan el trabajo y figurar ellos. En las artes, a menudo el que tiene que hacer el trabajo es el receptor, y a veces no porque les hayan dejado huecos por los que colar visiones o imaginación, sino porque simplemente no hay nada, es un vacío que el que mira tiene que construir por completo. Ahí puede que resida el éxito: una mezcla entre el miedo a decir que no se entiende, por si acaso alguien los toma por imbéciles, y el sentirse importantes cuando han conseguido dar una interpretación a algo que posiblemente esté muy alejado de tenerla. Se sienten pertenecientes a una élite.
A mí hace muchos años que me dejó de importar que me tomen en serio, lo que ha favorecido mucho mi bienestar, pero imagino que habrá gente muy frustrada por ahí, e incluso gente que finja lo que no es para alcanzar cierto estatus. Lo que me interesa nunca ha sido lo que no se entiende, sino lo que se puede entender de muchas maneras: todo lo que tiene múltiples lecturas. Pero quizá, en una época en la que la gente se opera para salir favorecido en redes sociales, es una posición bastante anticuada.



































































