Cargando...He llegado a los cuarenta y tres con la sensación de que no aprendemos. Y, cuando lo hacemos, logramos desaprender no sé cómo.
Parece que una y otra vez nos diera, a la humanidad, por cometer los mismos errores terribles. Cada vez que parece que avanzamos en derechos sociales, en empatía, en convertirnos en una sociedad más equitativa, es como si nos diera miedo la velocidad de los acontecimientos y necesitásemos, no sólo frenar, sino dar marcha atrás.
El miedo, decía el Yoda, conduce al Lado Oscuro. No sé si quien escribió esa frase era consciente de lo inteligentísima que es. No sé si, de saberlo, se la hubiese dado a una marioneta.
Los dichos y refranes, si bien no siempre tienen la razón (siempre hay un refrán que afirma algo y otro que afirma lo contrario), sí dicen mucho de la esencia humana. «Dios nos libre de vivir tiempos interesantes» es uno de mis favoritos. Los tiempos aburridos, que se pasan por encima en los libros de historia son los que normalmente son borrados por los que traen desgracias. El miedo siempre es aprovechado por aquellos que quieren un mundo más frío, violento y desigual. El miedo es el que hace que nos volvamos conservadores en nuestra forma de pensar, sentir y actuar. «Virgencita, que me quede como estoy». El miedo favorece a los intransigentes, a los que quieren salir triunfantes en la desigualdad, a los dictadores o aspirantes. El miedo es el que hace que las personas renuncien a la «libertad» por la «seguridad». Todas las personas tenemos derecho a tener miedo, pero debemos estar alerta cuando se lo utiliza para someter, cuando se lo utiliza para que miremos con sospecha al vecino, cuando convierte lo «distinto» en sospechoso. Debemos temer al miedo cuando nos hace vulnerables a la idea de que está bien que le pase cualquier cosa horrible a los demás mientras no sea a nosotros.
El Lado Oscuro es ese lugar en el que se compara las protestas en las calles a favor de la población de Gaza con guerras pasadas, o incluso con la violencia ejercida a través de las explosiones, los desplazamientos y el hambre sobre esta población. Si hay alguien que dice que es lo mismo, sospecha. Sospecha siempre de quien pone en la misma balanza a una competición deportiva y a un exterminio, porque esas personas te quieren sin sentimientos, sin reflexión y metido en casa. Te quieren sin empatía.
Recuerdo a Susanita, la amiga —¿neoliberal?— de Mafalda diciendo que le parte el alma ver a pobres, y cuando Mafalda asegura que hay que darles techo, trabajo y comida, ella responde que bastaría con esconderlos. Quino aquí hizo un retrato, con cierta honestidad infantil, de los mismos que dicen que les parece muy mal que pongan las imágenes de la guerra a la hora de cenar porque les estropea la digestión. Si nos hemos vuelto insensibles hasta ese punto, la verdad, en el Lado Oscuro estamos ya, que diría el Yoda.
