Cargando...El Mundial siempre ha sido bastante más que fútbol, es ese paréntesis en el que el mundo baja el ritmo, las casas se llenan, los bares se organizan y los planes entre amigos se cierran con meses de antelación alrededor de una pantalla o, con suerte, de una grada. Sin embargo, en esta ocasión algo se ha desplazado del centro de la conversación, y no tiene relación con los favoritos en las bet, árbitros, ni tecnología, sino con una realidad mucho más terrenal como es el precio de estar allí.
El debate que empezó antes de que ruede el balón
Aunque todavía falten algunos meses para que el balón empiece a rodar en Estados Unidos, México y Canadá, el Mundial 2026 ya está en boca de todos, y no precisamente por las selecciones favoritas o las sedes más imponentes. Esta vez, la conversación se ha desviado hacia el impacto económico que supone vivir el torneo desde dentro.
La FIFA dio a conocer los precios oficiales de las entradas, y la reacción ha sido inmediata. Desde asociaciones de aficionados hasta hinchas de a pie que soñaban con seguir a su equipo en cada partido, muchos sintieron que algo no encajaba.
El ejemplo más comentado ha sido el de la final en el MetLife Stadium, donde el asiento más barato alcanza los 4.185 dólares, mientras que las opciones más exclusivas superan los 8.600. Una cifra que, para muchos, rompe de golpe la ilusión inicial..
Del sueño de ir al estadio a un lujo de pocos
Más allá de los números concretos, lo que ha generado mayor inquietud es el sistema elegido para fijar los precios. El modelo dinámico hace que el coste varíe según la demanda, el rival, la sede y el momento de compra.
Así, ver en directo a selecciones con enorme tirón también en las apuestas deportivas, como España, Argentina o Brasil, ya implica pagar entre 265 y 2.355 dólares en la fase de grupos. Mientras tanto, quienes siguen a equipos con menos peso mediático pueden acceder a entradas por algo más de 140 dólares.
Un Mundial que se acerca al formato de gran evento corporativo
Y es que, entre entradas VIP, paquetes exclusivos y beneficios para patrocinadores, empieza a instalarse la idea de que el Mundial se está transformando en algo más parecido a una experiencia de lujo. Esto no quiere decir que la pasión esté desapareciendo, ni mucho menos, pero sí que el espacio reservado para el hincha tradicional parece cada vez más reducido.
Las comparaciones con ediciones anteriores refuerzan esta percepción. Seguir a una selección durante todo el Mundial puede costar ahora hasta cinco veces más que en Qatar 2022, y para una familia de cuatro personas el gasto total en entradas puede superar con facilidad los 20.000 dólares, sin incluir vuelos, alojamiento ni comidas.
Más que un negocio, un patrimonio emocional
En última instancia, lo que se discute va mucho más allá del precio de una entrada. Se trata del lugar que ocupan los hinchas en la identidad del Mundial, porque sin su presencia, sus cánticos y su colorido, el torneo pierde parte de su esencia. Esa energía no se compra ni se empaqueta, se construye con personas.
Entonces, mientras la FIFA proyecta ingresos récord y el calendario avanza, hay una pregunta que flota en el aire: ¿se puede seguir creciendo sin perder de vista a quienes hacen de este deporte algo verdaderamente universal?
