En la noche del pasado domingo, la Iglesia Parroquial de San Andrés Apóstol se convirtió en un escenario de sublime expresión musical, dentro del ciclo «Cultura Sacra», impulsado por la concejalía de Cultura del Ayuntamiento de Miguel Esteban. Este proyecto, que apuesta por la música y la cultura en los días de Cuaresma, brindó una jornada inolvidable de la mano del Ensamble Vocal y Orquesta Filarmónica de La Mancha, dirigidos por el maestro Francisco Antonio Moya.
La velada inició con la interpretación de la Sinfonía n.º 49 en fa menor, conocida como La Passione, del compositor austríaco Joseph Haydn. Esta obra, escrita en 1768, se caracteriza por su tonalidad menor y su expresión dramática, elementos que la convierten en una de las sinfonías más emotivas de su autor. Sus movimientos Allegro, Adagio y Presto fueron ejecutados con maestría, mientras Moya aportaba valiosas explicaciones sobre su contexto histórico y artístico. Inspirada en el estilo «Sturm und Drang» (tormenta e ímpetu), La Passione refleja una intensidad emocional poco común en las sinfonías de la época, anticipando el Romanticismo musical.
Tras el deleite de la pieza de Haydn, llegó el momento más esperado de la noche: la interpretación del Réquiem de Wolfgang Amadeus Mozart. Antes de que la orquesta iniciara los primeros compases, el director rogó a los asistentes que no interrumpieran con aplausos hasta el final, con el objetivo de mantener la fluidez y solemnidad de la obra.
El Réquiem, compuesto en 1791, fue el último trabajo de Mozart y quedó inconcluso debido a su muerte. Fue su alumno Franz Xaver Süssmayr quien completó la obra a partir de los fragmentos dejados por el genio de Salzburgo. La pieza, estructurada en varias secciones, combina pasajes de gran dramatismo con momentos de profundo recogimiento, siendo el «Lacrimosa» uno de los momentos más conmovedores de la composición.
La interpretación logró sumergir a los asistentes en una atmósfera de recogimiento y admiración. La iglesia, que alberga los restos de nobles familias como los Acuña y Villaseñor, fuente de inspiración para el personaje de Alonso Quijano en Don Quijote de la Mancha, fue testigo de cómo las melodías de Mozart resonaban en su arquitectura histórica, añadiendo un carácter simbólico al evento.
Entre los asistentes se encontraban diversas autoridades locales, entre ellos el concejal de Cultura, Eugenio Caravaca, quien presentó el acto, el párroco Juan Antonio López, el alcalde de Miguel Esteban, Marcelino Casas, y la concejala de Festejos, Pilar Lara. Todos ellos, al igual que el resto del público, se vieron profundamente conmovidos por la maestría de la interpretación.
Uno de los momentos más memorables fue la ejecución del «Lacrimosa», cuya melancólica melodía, acompañada por el coro, logró arrancar lágrimas de emoción entre los asistentes. La ovación final fue prolongada y clamorosa, obligando al director a salir en varias ocasiones a saludar y agradecer el caluroso reconocimiento del público «miguelete».
Como cierre de la velada, y a modo de propina, la agrupación interpretó nuevamente el «Lacrimosa». En un gesto de profundo respeto y emotividad, el maestro Moya dedicó esta segunda interpretación a los familiares y amigos difuntos de los presentes, invitando a la audiencia a escucharla de pie, en señal de homenaje y recogimiento.
Según palabras de Caravaca, “este concierto ha dejado una huella imborrable en Miguel Esteban, reafirmando nuestro compromiso cultural y musical con los vecinos de nuestra localidad”. Junto con el alcalde Marcelino Casas, se le hizo entrega a su director, de una figura representativa del Hidalgo Acuña, como muestra de agradecimiento. Fue una noche en la que Haydn y Mozart volvieron a la vida, envolviendo a los asistentes en una experiencia que, sin duda, quedará en su memoria por mucho tiempo.