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Campo de Criptana

Los vinos del Restaurante Las Musas: 120 referencias para descubrir la diversidad manchega

manchainformacion.com / Elena Carrasco

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Durante cinco décadas, Reyes Ramírez ha sido la voz y la memoria del vino. Nacido en Ruidera y formado en los años setenta entre el Mesón de Juan y el Hotel Don Quijote de Alcázar de San Juan, bajo la formación de Daniel Santamaría González; a quien Reyes considera uno de sus mentores, descubrió pronto que su lugar estaba al lado de las botellas y de los clientes. Allí se adentró en el mundo de la coctelería, la restauración y, sobre todo, del vino, al que llegó a través de congresos, lecturas y el contacto con enólogos como Isabel Mijares, José Peñín o la labor de Custodio López Zamarra, referente en sala y sumillería de CLM, hasta su llegada a Restaurante Las Musas de Campo de Criptana.

Su carrera alcanzó madurez en Restaurante Las Musas, en Campo de Criptana, donde entró en 2012 como jefe de sala y sumiller. Desde entonces, su voz se convirtió en referencia para miles de comensales que aprendieron con él que los vinos de Castilla-La Mancha no tienen nada que envidiar a otras denominaciones. Este julio de 2025, Reyes se ha jubilado, poniendo fin a más de cincuenta años de profesión, aunque su discurso sigue siendo una defensa firme: “los vinos manchegos no tienen complejos, compiten con calidad excepcional”.

Las Musas, escaparate de los vinos manchegos

Más allá de su papel como sumiller, Reyes ha sido testigo de cómo Las Musas se consolidaba como un espacio gastronómico de referencia en La Mancha. El restaurante, ubicado en Campo de Criptana, ha apostado desde sus inicios por unir la creatividad en la cocina con una cuidada selección de vinos, convirtiéndose en un punto de encuentro para quienes quieren descubrir la riqueza enológica de la región.

La filosofía de Las Musas ha sido clara: defender el producto local, innovar sin perder la raíz manchega y ofrecer al cliente una experiencia completa. La carta de vinos, con unas 120 referencias, ha sido uno de sus sellos distintivos. Bajo la supervisión de Reyes y del equipo de sala, ha reunido tanto etiquetas consagradas como apuestas de bodegas emergentes que representan la diversidad de la Denominación de Origen La Mancha y de otras zonas de Castilla-La Mancha.

“Cuando un cliente viene con la idea fija de pedir un Rioja o un Ribera, nuestro reto es invitarle a descubrir que aquí también hay vinos de altísimo nivel”, explica Reyes. En ese sentido, Las Musas ha jugado un papel de embajador: romper prejuicios y mostrar que los vinos manchegos no solo son dignos, sino capaces de competir en calidad y personalidad con cualquier otra denominación española.

En la sala, la explicación breve y cercana se convirtió en un sello de identidad. “Lo importante es contarle al cliente en 30 segundos qué va a encontrar en un vino. Cuatro palabras bastan para culturizarse y quedar halagado”, señala Reyes. Ese estilo divulgativo, sencillo y honesto, ha ayudado a que Las Musas fidelice a una clientela que acude no solo a comer, sino también a aprender y dejarse sorprender con cada copa.

La apuesta por el maridaje ha sido otro de los pilares del restaurante. La cocina de Las Musas —con platos que reinterpretan el recetario manchego— ha encontrado en el vino su mejor aliado. Desde el pisto y las migas acompañados de un airén, hasta la paletilla de cordero con un tinto reserva, la carta está concebida para que la combinación sea parte de la experiencia. “El maridaje es fundamental: ni la carne puede comerse al vino ni el vino a la carne. Tiene que haber una simbiosis”, resume Reyes.

-¿Han cambiado los gustos del cliente en estos años?
Sí, se nota. Los reservas se han quedado un poco atrás. Hoy el cliente busca tintos con más fruta, más redondez en boca. Prefieren crianzas o medias reservas. Incluso los enólogos ya discuten si tiene sentido mantener rígidos los tiempos de crianza que se establecieron en Rioja hace más de un siglo.

-¿Qué importancia tiene el maridaje?
El maridaje es fundamental. Siempre recomiendo esperar a ver qué se va a comer antes de elegir el vino. La clave es que ninguno de los dos se coma al otro: ni la carne al vino ni el vino a la carne. Lo importante es esa simbiosis.

-¿Qué platos manchegos se prestan mejor al maridaje?
La paletilla de cordero con tintos reserva, las chuletillas o los entrantes como pisto y migas con airén. Los arroces y escabeches van muy bien con blancos de la zona, igual que el atascaburras o el queso manchego. Y la caza, siempre con tintos más contundentes.

-¿Qué vinos recomendarías hoy por calidad-precio?
Sin duda, los vinos jóvenes, los robles, los crianzas y los espumosos de La Mancha. La relación calidad-precio es excelente. No se trata de competir con Rioja o Ribera, sino de que el cliente se dé cuenta de que con 10 euros menos puede llevarse un vino de aquí de altísimo nivel.

-¿Se pueden encontrar buenos vinos en un supermercado?
Sí, claro. Es un mito pensar lo contrario. El problema antes era cómo se almacenaban, con luz directa y de pie, que estropeaba el vino. Pero hoy encuentras tintos jóvenes muy buenos. Lo importante es quitarnos complejos: los vinos manchegos no solo son dignos, son competitivos.

-¿Qué opinas de poner hielo al vino?
No lo veo un error. Estamos en Castilla-La Mancha, con veranos de 40 grados. Si alguien quiere refrescar un vino joven con un cubito, adelante. Lo importante es que siga consumiendo producto de aquí.

-¿Y de los vinos sin alcohol?
Tienen mucho camino por recorrer. Aún les falta carácter. Sucede como con la cerveza sin alcohol hace años: al principio no convencía, pero luego evolucionó. Con el vino ocurrirá, aunque hoy por hoy siguen sin enganchar.

-¿Qué es lo más bonito que te ha dado el vino?
Sobre todo, la gente que he conocido. Detrás de cada copa hay agricultores y trabajadores humildes, una cadena enorme de esfuerzo. Eso es lo que más me enorgullece: ver que, al servir un vino de La Mancha, uno está contando también una historia y defendiendo a toda esa gente.

El restaurante continúa fiel a la idea de que cada plato y cada copa cuentan una historia de territorio, esfuerzo e innovación. Y en esa narración, el sumiller ha sido durante más de medio siglo un intérprete privilegiado.

Hoy, su relevo es también un punto de partida: Las Musas mantiene la apuesta por acercar al comensal los vinos de Castilla-La Mancha y demostrar que la región no solo produce cantidad, sino también calidad y diversidad. Como dice Reyes, “detrás de cada copa hay gente humilde trabajando la tierra”. Esa seguirá siendo la mejor carta de presentación de un restaurante que ha hecho del vino manchego su seña de identidad.

 

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