Todavía la mayor parte de las imágenes generadas por inteligencia artificial son bastante reconocibles (alguna hay que no, pero en general se puede saber que, o bien están generadas de cero o bien han sido al menos retocadas mediante esa herramienta), pero todo evoluciona. Es de prever que de aquí a unos años, meses quizá, sea imposible distinguir algo que se ha hecho de manera artificial de algo preexistente. ¿Entonces qué? ¿Cómo será un mundo donde ya nunca nos podamos fiar de nuestros sentidos?
Sinceramente, no creo que la paranoia y el extremismo se desliguen de este tipo de avances. Cada vez está la gente más preocupada y cada vez están dispuestos a creer mentiras más descalabrantes si, con ello, consiguen un poco de seguridad o de autoafirmación. ¿Pero cómo no va a ser así si las mentiras ahora pueden tener la cara de cualquiera? ¿Cómo no vamos a dudar tanto de todo que terminemos dudando de nosotros mismos?
Hace unos años ya, alguien hizo un perfil de una red social con mis fotos y mi nombre, burdamente robadas de google, para hacer comentarios racistas y publicidad de un partido político desconocido para mí de un país en el que nunca he estado. Cualquiera que me conozca o me haya leído dos frases seguidas podía ver que esa no era yo, pero al final firmaban con mi nombre y tenían mi cara. Por fortuna, eliminaron la cuenta en cuanto me quejé, pero últimamente no paro de pensar en esta anécdota. ¿Qué hubiera pasado si hubieran trucado un vídeo en el que se me viera diciendo todas esas barbaridades? Sería bastante factible con la IA hoy. ¿Sería mucho más difícil probar que esa no era yo? ¿Habría tenido más problemas? ¿Habría gente al otro lado del mundo pensando que había una española racista haciendo campaña por un partido ultra? ¿Cómo se podrá controlar eso en los años venideros? ¿A quién podremos creer y a quién denunciar si usan nuestra cara, nuestros textos o nuestra voz?
Mi reflexión, quizá, no es que haya que ponerle puertas al campo, que deberíamos, sino que vamos tarde ya legislando y regulando todo esto porque es peligrosísimo. Imaginen por un momento de qué burradas podrían convencernos si alguien del que nos fiamos nos las dijera en un vídeo generado por Inteligencia Artificial.
En cualquiera de los casos, lo que me escama es la cantidad de utilidades que le han sacado para competir con los trabajos creativos. Yo lo que preferiría, antes de que se pongan a escribir por mí, que es lo que amo, es que me barrieran la casa o me hicieran la declaración de hacienda y la trimestral, qué queréis que os diga. O, por lo menos, que le echase un cable interesante a mi gestora. Esto también me hace pensar que forma parte de ese sistema de desacreditación de las humanidades que tanto ha germinado en los últimos tiempos, creo yo, para dejarnos sin herramientas para defendernos emocionalmente de lo que pueda venir.