A veces tengo una vena conspiranoica que me esfuerzo en mantener a raya, en ocasiones con poco éxito. Eso es porque tiendo a encontrar relación entre hechos o situaciones que, a menudo, son fruto del azar. Y seguro que es fruto del azar el que la deriva del mundo actual esté dirigida a la falta de profundidad, de matices, a los compartimentos estancos, a la mediocridad, a la polarización, al vamos a hacer todo al nivel del más tonto, al vamos a desacreditar las humanidades. Seguro, sí, que la eliminación progresiva del crédito de aquello que nos hace humanos y por lo que merece la pena vivir, conocerse e interrelacionarse coincida con el auge de la Inteligencia Artificial es una casualidad como una casa; pero qué puñetera casualidad, oiga. Lo que nos hace humanos son las contradicciones que todos tenemos. Pero si tenemos que fingir que no las tenemos constantemente, porque constantemente nos están mirando, acabamos por creer que el otro es solamente eso que proyecta. Dejamos de escuchar y de tener empatía.
Lo que nos hace humanos es el impulso de colaboración. Hay un instinto en nosotros que nos dice que colaborar siempre es mejor que competir, sin embargo el sistema mutila ese impulso y nos dice que el mundo es una piscina de tiburones. Supongo (ay, la conspiranoia) que porque los poderosos tienen miedo de que colaboremos. Arriesgan la productividad de la colaboración a cambio de poder.
Lo que nos hace humanos, y felices por otro lado, es la necesidad de expresión, de creación y de disfrutar la creación de los otros. El ser humano sería un virus nocivo si no fuera capaz, además de lo peor, de pintar, bailar, escribir, imaginar, emocionarse en una exposición, percibir por instinto la importancia de un poema aunque no se entienda. Pero, ah, nos han dicho que todo eso no sirve para nada y que debemos ser útiles. Que escuchar un disco sin hacer ninguna otra cosa a la vez es una pérdida de tiempo, cuando lo único que de verdad nos hace libres es poder tener derecho a hacer con el tiempo que tenemos lo que nos venga en gana. Y si eso es escuchar un disco que nos hace felices, bienvenido sea. Nunca será una pérdida de tiempo. No somos máquinas. No tenemos la obligación de complacer y producir todo el tiempo.
Pero la IA sí, amigos. ¿Os habéis fijado que lo que más publicitan de la IA es lo que puede hacer sustituyendo a los humanos, no en lo que no queremos hacer, sino en lo que nos hace felices ocupar nuestro tiempo? La IA sirve muchísimo en medicina, por ejemplo, pero lo que oímos es que puede sustituir al psicólogo que te escucha, al ilustrador que dibuja o al guionista que te escribe una película. A mí no me parece casual que hayan decidido desacreditar lo que nos hace humanos para luego acreditar que eso lo pueden hacer las máquinas. No quieren que notemos la diferencia, simplemente.





































































