He leído y escuchado últimamente que mucha gente está utilizando a las IAs como psicólogo, y es un tema que me preocupa. He tenido diversas conversaciones sobre ello y lo que yo creía que era una cosa minoritaria parece que es una moda, o más bien algo mucho más extendido de lo que a primera vista pudiera parecer, sobre todo en gente muy joven.
Me preocupa porque la IA es, como su propio nombre indica, artificial. No es una persona que pueda demostrar empatía por los problemas ajenos, y mucho menos ayudar a resolverlos. No es alguien que vaya a darte herramientas para solucionar, no. No está hecha para eso, sino para complacer. Lo primero que una IA pretende —si es que pretende algo— es dar gusto al que pregunta o expone. Es decir, si una persona tiene un problema emocional grave, le va a decir lo que esa persona quiere oír o al menos lo que interpreta como más aproximado, no lo que de verdad necesita.
Muy a menudo lo que una persona necesita, no sólo es que la escuchen y le den la razón, sino que le pongan límites y le señalen sus propios errores, que le den un punto de vista distinto, que le ayuden a comprender el posible punto de vista de los demás. Eso no lo va a hacer la IA. La IA va a interpretar lo que le están pidiendo y va a intentar dar gusto al que se lo pide. El ser humano no quiere que le digan que está equivocado, pero muchas veces es justamente lo que hace falta que vea para romper ese aislamiento en el que muchas veces nos sumergimos. La burbuja de nuestro pensamiento tiene que romperse para que podamos ver un panorama más amplio. A menudo solamente eso es lo que nos permite sanar. La IA sólo está capacitada para aportarnos confirmación.
Más allá de eso, lo que me inquieta es mi propia imaginación. Qué solos se deben sentir aquellos que consultan a una máquina en lugar de a un amigo, a un familiar o a un profesional si se requiriese. No me puedo imaginar que una persona que no sienta que está sola y aislada prefiera hablar con una máquina antes que con alguien que la pueda abrazar o, simplemente, mirarla a los ojos. Así que a las que prefieren la IA como sustento emocional, las recreo como personas agotadas de tratar de comunicarse con otras personas sin conseguirlo, casi como en una isla emocional donde el silencio prima y el único consuelo es que una voz, o una pantalla, les dé la razón en su lógica.
Eso sólo puede producir un mundo menos rico en puntos de vista, un mundo menos humano en el que las personas cada vez estén menos dispuestas a equivocarse o a que les lleven la contraria. Un mundo más frío y con menos capas, en el que la comunicación sea cada vez más imposible y cada vez más rígida y enfrentada.