Cada segundo lunes del mes de febrero se conmemora el Día Internacional de la Epilepsia, un evento que busca educar a las personas de todo el mundo sobre esta patología neuronal que sufren aproximadamente 50 millones de personas. Se trata de uno de los trastornos neurológicos más comunes, y solo en España la padecen cerca de 400.000 personas, y se diagnostican 20.000 nuevos casos al año.
La epilepsia ha estado muy estigmatizada a lo largo de la historia; durante siglos se creyó que los demonios o espíritus poseían a los enfermos de epilepsia, incluso en la edad media se creyó que era contagiosa.
El Cine y la literatura están llenos de falsos mitos y errores que han alimentado el estigma y provocan rechazo, debido a la falta de información.
Películas como Novecento o El coleccionista de huesos son algunos ejemplos. La sociedad percibe un mensaje equivocado sobre qué es la enfermedad, pues muchas veces se asocia a posesión demoniaca o divina, genialidad, locura o delincuencia.
La epilepsia es una enfermedad que se caracteriza por ataques repentinos que están acompañados de pérdida del conocimiento y convulsiones. No es una enfermedad psiquiátrica ni mental, sino un problema físico causado por un exceso de actividad eléctrica momentáneo de un grupo de neuronas. Afecta a personas de todas las edades, pero en la mayoría de los casos se manifiesta en la infancia y a partir de los 65 años.
El síntoma más llamativo de la epilepsia es la aparición de crisis de convulsiones que afectan al movimiento, el comportamiento, o al nivel de conciencia.
Las crisis apenas duran unos minutos, luego finaliza y el cerebro vuelve a funcionar con normalidad. También existen otros síntomas como desconexión del entorno, sensaciones gástricas, y alteraciones visuales o auditivas pasajeras, entre otras.
Algunas personas pueden manifestar el Aura, que es una sensación antes de cada convulsión, que puede ser hormigueo, sentir un olor que realmente no existe o cambios emocionales. Se trata de un aviso, que, en el caso de aparecer, permite tomar las precauciones oportunas.
Para tratar la enfermedad se usan medicamentos antiepilépticos, que restauran el equilibrio químico de las neuronas y atenúan las descargas eléctricas anormales, y se pueden usar solos o combinados. Esto mejora notablemente la calidad de vida de los pacientes y la mayoría de los casos logra controlar las crisis.
No existe una forma conocida de prevenir la enfermedad una vez que ya se ha manifestado, pero si que podemos reducir los factores de riesgo:
La prevención de los traumatismos craneales, como el uso de casco en actividades que lo requieran, así como una atención adecuada durante el parto para reducir lesiones en el bebé, o el control de la fiebre alta en el bebé, que puede reducir las probabilidades de convulsiones febriles.
Además, la reducción de los factores de riesgo cardiovascular como la prevención o control de la hipertensión arterial, la diabetes y la obesidad, dejar de fumar o evitar el consumo excesivo de alcohol reduce la epilepsia asociada a accidentes cardiovasculares.
Fernando García Lozano Estudillo
Farmacéutico Comunitario Ciudad Real
Colegio Oficial de Farmacéuticos de Ciudad Real






































































