Estos días ha sido muy compartida en redes una parodia de un grupo cómico que hablaba de las personas conformistas que hacen las cosas «porque toca». Esa gente que nunca arriesga, que siempre va a los mismos sitios, que escoge la pareja porque es cómoda, que tiene hijos cuando se supone que se tienen que tener y que suele vivir en pisos impersonales que reproducen imágenes de catálogo. Todos conocemos a alguien así, una persona que parece cansada de vivir, aunque supongo que la polémica ha surgido no por aquellos que siempre han estado cansados, sino por aquellos que han terminado así porque la vida les ha pasado por encima.
Es doloroso haber visto cómo gente que tenía empuje y sueños se va convirtiendo en una sombra que pasea por la vida porque hay que hacerlo, sin energía para moverse lo más mínimo en la dirección que podría cambiar algo. Quizá es el pánico al cambio lo que paraliza a estas personas y puede que diferencie a aquellas que, creo, se pretendía parodiar, de las que duele ver convertidas en algo que no se parece a lo que fueron. Me parece que la parodia es contra aquellos que siempre vivieron aterrorizados por el cambio, que pretenden pasar por la vida sin hacer ruido por si acaso, pero a los que en realidad no les ha pasado algo que arrase porque no le han dado a la vida la oportunidad. Los que se han sentido ofendidos, creo yo, o dolidos porque lo han visto de cerca, son aquellos que han desarrollado ese miedo.
Se distinguen de forma sencilla, porque cuando tratas de ayudar a los primeros, cuando quieres sacarlos de esa zona que ellos creen de confort, pero es de tedio, estos se ríen de tus pretensiones, te llaman soñador o inmaduro y siguen a lo suyo con cierta satisfacción y condescendencia porque no te has enterado de lo que de verdad es el mundo.
Los segundos, sin embargo, aquellos a los que la vida les ha quebrado las pretensiones no se ríen. Cuando les propones cosas son esquivos, se regodean en su decisión o directamente atacan, llenos de rencor porque tú no has sido tocado por la vida en ese sentido. Tú todavía no has sido derrotado, pero ya lo estarás, ya, en algún momento te tocará sufrir y son los que dicen «te lo dije», son los que se alegran con la boca chica cuando pasa algo bueno a su alrededor, son los que esperan la más mínima excusa para sentirse heridos, traicionados o para pensar que hay algo en ti que no está bien y que por eso, sí, por eso, estás haciendo cosas con tu vida que ellos no. Ese resentimiento tan doloroso no cabría en una parodia.
Tampoco la tristeza de los que hemos visto cómo ese resentimiento se llevaba la ilusión de gente querida a la que el tiempo, el mundo, la vida no sólo les ha dado alcance, también les ha pasado de largo.