Todo empezó hace ya varios años: un diagnóstico de enfermedad crónica, grave y degenerativa.
Desde entonces, muchos días de hospital. Desde entonces, muchos días de sincero agradecimiento a todas las personas que por vocación dedican gran parte de su tiempo a cuidar a otras personas. Desde entonces, tomando conciencia de la inmensa suerte de poder ser atendido en un sistema de salud público.
Años de molestas pruebas diagnósticas e intervenciones quirúrgicas para seguir conservando la vida y una adecuada calidad de la misma.
Finalmente, comenzó la fase final de la enfermedad. Comenzó hace unos meses. Muchos más días de hospital. Más días en el hospital que en casa. Se iba escapando la vida.
La última esperanza: una lista de espera. Varios factores tenían que coincidir para que la esperanza se transformase en realidad.
En la madrugada del 29 de junio, se produjo una llamada telefónica. Toda la familia acudió al hospital.
Era el momento de una intervención quirúrgica delicada: trasplante hepático.
Por fin, vuelta a la cotidianidad interrumpida hace ya muchos años.
Gracias a la persona donante.
Gracias a su familia por tomar una decisión tan delicada y generosa en momentos tan difíciles.
Gracias por permitirme poder volver a discutir con mi padre cada día por asuntos sin importancia.
Simplemente, ¡¡GRACIAS!!