Acto presentado por los escritores Julia Gallo Sanz y Juan Calderón Matador. Antes de las seis de la tarde Madrid era un hervidero de coches colapsados que me impedían llegar hasta los peldaños de la fuente de Cristino Martos que fue Presidente del Congreso de los Diputados y Ministro de estado con el General Serrano, y también con Amadeo I de Saboya y Ministro de Gracia y Justicia, en la I República El taxista me dejo junto a la escalera preciosa de la fuente sin que pudiera admirar sus dos delfines ni las estatuas que representan la Abundancia-tan escasa hoy- y la que representa la Alegría – ficticia ahora por tantos descalabros sociales-. El reloj había consumido los minutos lo que me produjo sequedad en la garganta cuando me llegó el turno de leer y recitar. A mi lado la simpatía de Alfredo Villaverde, Julia Gallo y Juan Calderón limaron el nerviosismo del viaje junto al público asistente de nombres conocidos, muchos de ellos de las letras españolas.
Alfredo Villaverde extendió sus libros y folios y nos fue introduciendo en su obra literaria incandescente de escritor, con la maestría de quien tiene amplia andadura en la literatura actual. Nos adentró sin premura y sin pausa en el amor y en la nostalgia; denunció la ausencia de ética de este tiempo y nos descubrió su espiritualidad en versos universales sin ataduras religiosas, mostrándonos el lado bellísimo de la generosidad humana.
Su voz armónica y bien timbrada daba la entonación perfecta a cada uno de los versos, recitados y leídos sin engolamiento ni excesiva declamación. Pasó por los libros sus manos y su mirada como quien pasea por una atalaya desde donde se atisba la verdad, o se busca el enigma de lo que sucede en los ciclos vividos. Indiscutible en la creación remonto con su obra horizontes diversos leyendo libros dispares nacidos de su ingenio y también del trabajo del escritor experimentado. Nos adentró en la historia de una vieja taza de té” Compañera fiel de amaneceres/ tras noches desveladas con tu aliento,/miro tu piel sin lustre/ al paso de los años compartidos/ y acaricio el curso quebrado de tus venas/ hasta pulsar el corazón desportillado/ donde endulcé mis sueños.
Barandal del escritor por donde se asoma a la vida y a los acontecimientos que le hacen crecer como hombre y como poeta. Porque sin conocer la obra de Alfredo Villaverde se podría pensar por su sonrisa abierta y su aire desentendido sin prejuicios, que carece de corazón y de problemas. No es este un comentario amplio sobre su extensa obra publicada de la que otros comentaristas han escrito y escriben; es relatar, dar fe, de lo que escuché aquella tarde en Madrid, compartiendo estrado y tiempo con un castellano-manchego de la Alcarria, escritor diáfano, que nos revela en su obra el alma de las cosas al evocarlas y trasmitirlas con desazón o alegría, también con la denuncia y con el amor pasional y encendido de quien está enamorado de la vida a pesar de los trallazos recibidos. Y en esa arquitectura poética sin ambages se revela no solo la maestría del poeta, también la estirpe de la que desciende; así en el poema “El cristo singular de mis abuelos/ símbolo de dolor y redención/ presidía la vida de la casa desde el muro/ de piedra de la sala. Era una antigua talla/ venida en devoción del otro lado/ del Atlántico, herencia de una fe/ tejida en la leyenda. Mis ojos infantiles/se vestían de luto cada vez que observaban/ la piel de la madera envejecerse/bajo el humo ascendente del hogar/ y un pátina de tiempo detenido/cubría el cuerpo exangüe cual sudario/de adoración y rito./Ahora soy el custodio/de esta reliquia anclada en el hondón/de una vida que a ratos se deshace/en la memoria de este fervor de antaño./Y en los atardeceres/cuando la brisa embruja los recuerdos/y el existir se desvanece en brazos/del ayer recobrado/escucho este latir del viejo leño/que golpea en mi pecho/hasta hacer resonar la voz de Dios.
No me duelen prendas en admirar a este poeta, y agradezco escuchar y leer su buen decir porque es una dadiva que me es dada generosamente. Asimismo, escribo de un autor que discurre con sutileza por temas variados y diversos, junto con sus crónicas viajeras y su labor editorial de dar a conocer a otros escritores desde la Asociación de Escritores de Castilla-La Mancha que preside además de otras actividades desempeñadas ayer y hoy. Su facultad de plasmar sentimientos queda manifiesta en sus versos y en las tribunas a las que es invitado para dar a conocer su obra reconocida con numerosos premios nacionales e internacionales de incesante recorrido en ciudades extranjeras y españolas y como él mismo afirma y escribe en su libro “Trovas de un poeta enamorado” dedicado A Neri: Alguien dijo que el amor es un estado de gracia./Otros que es un tesoro, una joya sin precio, una fascinación./ En realidad el amor es una ilusión que transforma cuanto toca…
Y en verdad que sin amor a la literatura en tiempos de crisis monetaria y de valores los escritores no escribirían.
Natividad Cepeda