Si en el andén de las horas quedaran gravados los ecos del corazón, estoy segura que por todos los caminos de la tierra se deslizaría la ternura de los que dialogan con los ancianos y con los niños sin regatear tiempo para estar con ellos.
Si me preguntaran con quien comparte Dios su tiempo, les respondería que con aquellos que sin quejarse y con la mejor de sus sonrisas, renuncian a sus deseos y logros y están disponibles para los que los necesitan. Y lo hacen a sabiendas de que es un producto difícil de vender y mucho más difícil de adquirir.
Porque aunque Dios ande por los caminos, como algunos afirman, yo creo que Dios (si existe) se sentará junto a la soledad de los anónimos que no salen en periódicos ni en televisiones ni van a funerales donde nadie llora al famoso muerto, y sí pone su porción de amor para que en pueblos, aldeas y ciudades la vida prevalezca.
Y si me concedieran un deseo, pediría que los políticos corruptos ocuparan los puestos de los parados, comieran en comedores de caridad, esperaran meses en la lista de la Seguridad Social de España, y desaparecieran sus ingresos adquiridos con malas artes de cualquier cuenta bancaria. Porque cuando se obra en contra del bien común es un mal augurio para el presente y para el futuro. Y todos estos deseos, es uno solo, porque gracias a ellos los sufrimos en nuestras carnes.
Natividad Cepeda