Mi familia vasca ha sido víctima de ETA. Mi tío Ramón Baglietto fue asesinado en 1980 por un comando terrorista muy joven. En aquel crimen se dio la trágica paradoja de que el etarra que le propinó el tiro de gracia en la nuca, años antes, cuando sólo era un niño, había sido salvado por mi tío de morir en un accidente de tráfico, en el que desgraciadamente fallecieron la madre y un hermano del terrorista. La viuda de mi tío, Pilar Elías, ha sido concejal del PP en la localidad de Azcoitia durante cuatro legislaturas. En ese período de tiempo ha vivido permanentemente con escolta, se ha tenido que sentar al lado de los cómplices de los terroristas en los plenos del citado ayuntamiento, soportando insultos y provocaciones de los abertzales. Recibió una carta bomba en su casa. Su fotografía apareció en dianas colocadas en las fachadas de diversos edificios. Y, por si lo anterior no fuese suficiente, tuvo que sufrir a diario la presencia del asesino de su esposo, quien instaló, cuando salió de prisión, una cristalería en los bajos del edificio donde ella vivía. En definitiva, mi tía Pilar ha luchado con dignidad, en un medio verdaderamente hostil y con riesgo de su vida.
Este relato viene a colación de los sentimientos encontrados que me embargaron durante la pasada semana, con ocasión de las manifestaciones, encierros y demás actos reivindicativos que protagonizó una enorme riada de ciudadanos contrarios a la privatización de la empresa Aguas de Alcázar. En uno de los plenos celebrados el pasado viernes en el ayuntamiento, el portavoz del PP manifestó que los concejales del equipo de gobierno “estaban en un entorno que era lo más parecido al País Vasco en las peores épocas”. Es decir, Ángel Puente equiparó a los manifestantes de la plataforma, a las personas que estaban encerradas en el ayuntamiento y a los concejales de la oposición a los terroristas de ETA.
Esta afirmación me produjo una indignación mayúscula. Por falsa, indecente e injusta. En primer lugar, porque, como reflejaron los distintos medios de comunicación locales y nacionales, los manifestantes tuvieron un comportamiento cívico ejemplar y los actos de protesta transcurrieron pacíficamente, con la excepción de un pequeño y lamentable incidente entre un reducido grupo de jóvenes y la policía antidisturbios.
Por otro lado, la idea de compararse con una víctima de ETA es absolutamente vanidosa y pretenciosa. De no ser por la gravedad de las acusaciones del portavoz del PP, sus palabras me hubieran provocado hilaridad. Este edil no tiene ni puñetera idea del sufrimiento padecido por los concejales del PP y del PSOE en Euskadi durante los años de plomo de la banda terrorista ETA. Para ello tendría que haber vivido allí y haber participado en la batalla por la dignidad de las víctimas del terrorismo, situación que me parece imposible. Sinceramente, no veo a Ángel Puente con la valentía y el coraje necesarios para haber sido concejal del PP en el País Vasco en aquellos sangrientos tiempos. No habría pañales suficientes para contener la descomposición de vientre que le hubieran causado las amenazas e insultos de los batasunos. Por eso, sus ofensivas declaraciones no son más que los últimos estertores de este personaje político, víctima no del terrorismo sino de su soberbia e incompetencia.
Pero la indignación que me produjo el comportamiento del alcalde y del resto de concejales del equipo de gobierno de Alcázar fue compensada con creces por la ilusión y la esperanza que me transmitieron los cientos de chavales que se manifestaron durante esa semana con espíritu pacífico y reivindicativo, proponiendo una democracia directa y participativa. En este sentido, quiero hacer especial mención a los jóvenes que se encerraron en el ayuntamiento y, en concreto, a dos de mis antiguos alumnos, los hermanos Jaime y Rafael Romero Ramos, que tuvieron la convicción y el coraje de representar pacífica y cívicamente a la plataforma en contra de la privatización de Aguas de Alcázar. Y todo ello, soportando con dignidad las condiciones inhumanas, de frío, de hambre, de sed … que les impuso nuestro católico alcalde. Con esta juventud tendremos garantizado un futuro más democrático e igualitario. Estoy orgullosa de mis alumnos. Con ellos, ¡sí se puede!