Como es natural, la vida de una monja contemplativa, que transcurre en la clausura de los muros monacales, suele pasar desapercibida. Incluso reside ahí mismo la razón de ser del monacato: ocultarse a los ojos del mundo para dedicarse íntegramente a Dios, como medio, paradójicamente, de conseguir la salvación de la Humanidad. Por ello, y aunque en estos años y a raíz del proceso de Canonización de Madre Mercedes, su vida y su obra han trascendido los muros de su monasterio, no está demás que ahora, una década después de su fallecimiento, tratemos de sintetizar los hitos principales de su vida, de su pensamiento y de su significado para la Orden que desde hace más de 500 años lleva contemplando y profundizando en el misterio de la Inmaculada Concepción.
Nacida en 1935 en la ciudad del Tormes, ingresa en la Orden de la Inmaculada Concepción en 1953 en La Puebla de Montalbán (Toledo) y en 1964 es trasladada por la Federación al monasterio de Alcázar de San Juan, del que será elegida Abadesa seis años más tarde.
Como tuve ocasión de explicar en el Congreso Internacional de la Orden que se celebró en Portugal en el año 2011, con motivo del V Centenario de la aprobación de la Regla propia por parte de Julio II , el Concilio Vaticano II invita a las órdenes religiosas a renovarse buscando sus carismas originales. M. Mercedes de Jesús, a la luz de las cuestiones que se plantean a los diferentes monasterios, emprende una profunda reflexión para discernir y comprender cuál es el carisma genuino de su Orden. Tanto ella como un grupo de monjas de diferentes monasterios entienden que, por avatares históricos, ese carisma que les es propio -en el que fundó la Orden Santa Beatriz de Silva en las postrimerías del siglo XV- había recibido injerencias que le eran ajenas y que diluían su originalidad.
Movida por las directrices de la Iglesia, comienza de esta manera un largo y difícil camino para desempolvar el carisma de Santa Beatriz de Silva, que se expresa en el culto, la veneración y la imitación del misterio de la Inmaculada Concepción de la Virgen María, evocando con ello sobre la Humanidad el pensamiento creador de Dios sobre el mismo hombre y su destino a la santidad, salvado amorosamente en María Inmaculada, por la acción omnipotente de Dios y la redención del Hijo, dando en esta “Descendencia” -junto con la restauración del orden original roto- la forma de su santidad y la gracia para adquirirla.
Finalmente, tras treinta años de trabajo y dificultades, el 8 de septiembre de 1996 llegó la Aprobación pontificia de las enmiendas a las Constituciones Generales de la Orden que M. Mercedes había presentado a la Sagrada Congregación de Religiosos. Tuvo, de esta manera, la oportunidad de ver culminada la obra central de su vida y de vivir sus últimos años en el mismo carisma que Santa Beatriz había legado a su Orden.
Tras su fallecimiento, no fueron pocos los que estuvieron convencidos de las virtudes excepcionales de que había estado revestida la Madre Mercedes. Es por ello que poco a poco se fue agrandando y difundiendo su fama de santidad, dando comienzo -tras los periodos que estipula la Iglesia y de acuerdo con sus normas- su Causa de Canonización que ha avanzado a buen ritmo y de manera satisfactoria a lo largo de estos últimos años. En paralelo, y gracias al encomiable trabajo que están llevando a cabo las monjas del que fuera su monasterio, la figura de Madre Mercedes, su pensamiento, modo de vida y los valores y virtudes que la caracterizaron van siendo conocidos y comprendidos por porciones cada vez más amplias de la sociedad.
1 En una conferencia posteriormente publicada: «A Madre Mercedes de Jesús e o regresso às fontes [Madre Mercedes de Jesús y la vuelta a las fuentes]» en José Eduardo FRANCO y José SANCHES ALVES (coords.): Santa Beatriz da Silva. Uma estrela para novos rumos, Cascais, Principia, 2013, págs. 308-331.