Apenas si ahora el olor a mosto que empieza a fermentar llega hasta nosotros, pero vemos pasar a los tractores y bajarse de los coches a los vendimiadores con sus ropas olorosas de tierra y zumo de uvas pegajoso en toda su persona. Estamos en vendimia y por esa casualidad el domingo 21 de septiembre se abren las puertas de la nueva casa parroquial, de la Parroquia de la Asunción de Tomelloso. Se pagará el crédito que se ha pedido para su parte construida con lo que los católicos practicantes vayamos dando poco a poco.
Cayó bajo el polvo y los cascotes el antiguo centro parroquial de la casa construida a principios del siglo XX, que guardaba en sus entresijos historias personales de las gentes que la habitaron. Hermosa y señorial fue donada por doña Rita Carranza Cepeda, – pariente de mi abuelo paterno, la última de esa rama familiar- para que en ella se impartiera la formación de la fe de sus mayores. Cristiana vieja, se la podría llamar, heredera de una familia de mecenas. Entre esas paredes se han socorrido muchas necesidades sin salir a airearlas casi nadie. Las Hijas de la Caridad de San Vicente de Paul y Santa Luisa de Marillac educaron a muchas niñas de Tomelloso en el colegio de La Milagrosa, y remendaron hambres y necesidades de ropa y medicinas durante muchos años, junto a mujeres y jóvenes voluntarias que aportaban mensualmente una cantidad fija para esas necesidades.
Entre esas paredes nacieron sueños y plegarias. Lugar sagrado que vuelve a renovarse para que siga siendo la casa abierta para lo que fue donada. Todo es nuevo en su estructura física, pero nada se ha perdido de la anterior armonía. La cruz de la iglesia del centro, al verla desde la calle, promueve con su simbología la búsqueda de Dios. Su llamada que gravita en la configuración de la materia. La unión con el Todo, que nos hace parte del cosmos. Bajo el símbolo de la cruz, y en su nombre, se abren las puertas de esta casa para la fe de un pueblo vivirla sin complejos.
Las obras de la casa no están terminadas, se han hecho las que más urgían para reuniones de mayores y niños, para grupos de oración y trabajo… Y ahora, en septiembre, cuando se multiplica el vino en las bodegas de aquél derrumbe de paredes viejas, bendecimos las paredes de la casa nueva con el aroma del vino en los lagares manchegos. Vino que se consagra en la Eucaristía cuando nos reunimos para orar por el mundo; nuestro mundo tan perdido y maltrecho. Y bendecimos el oro del granero, pan de amor de Jesús de Nazaret, para que nos ayude a salir de tanto atolladero que nos hunde y derrumba.
Cuando me dicen que a Dios no lo vemos, me callo, no discuto, pues quien no ve a Dios en la primera luz de la mañana, en la risa inocente de los niños y en las manos arrugadas de los viejos supongo que lleva en la mirada tinieblas y antojeras… Quien no escucha su voz perfecta e invisible en el rumor del agua, en la música del viento y en la melodía de la naturaleza en las cuatro estaciones que marca nuestra esfera… desde luego que desconoce la voz de las estrellas y el paso de Dios por nuestra vida.
El domingo oficiará a las 19,30 don Antonio Algora, Obispo de la Diócesis la eucaristía y junto a él, estarán cansados y rendidos, los artífices de este encuentro y logro, los sacerdotes Jaime Quiralte, joven a quien sí le brilla Dios en el fondo alegre de sus ojos, y Matías Rubio Noblejas, párroco de esta iglesia a quien no le cuadran las cuentas y sí le abunda fe y esperanza en Dios y en su feligresía. Curas anónimos, como tantos otros. Denostados casi siempre. Sin reconocimiento social en demasiadas ocasiones. Pobres y solos bajo la protección del sagrado circulo de la cruz. La casa, es una casa abierta para una iglesia que sale al encuentro y a la salida de todos, que acepta sostener el júbilo de proclamar sin tartamudeos y miedos, el mensaje del Evangelio tan vigente hoy también. Es una casa entrelazada con el ayer, y el mañana porque el sol del amor brilla por sus estancias.
Natividad Cepeda