Cargando...Todas y todos me han enseñado algo, aunque de algunos me acuerde más que de otros por circunstancias de la vida: con algunos que fueron mis profesores luego fuimos compañeros de trabajo, con otros me seguí viendo después más como amigos (aunque siempre los sigues viendo con cierto respeto como tus profesores que han sido). Todos dejan su huella, pero la de algunos es más señalada. Una muy especial fue la de Juan Barrilero. Me dio clase varios años en el Colegio Público Juan de Austria, en los últimos cursos (cuando todavía había hasta 8º de EGB). Eran principios de los 90: primera guerra de Irak, Expo 92, Olimpiadas de Barcelona, Tratado de Maastricht… Ya entonces me gustaba la política, muy anarquista yo por aquella época, aunque no entendiera muy bien qué era eso exactamente.
Supongo que influencia de la versión de Megadeth del “Anarchy in the UK” de los Sex Pistols y que vi entonces en un especial de Clip Clap Vídeo sobre música heavy (cuando todavía echaban vídeos musicales en la televisión pública, y había programas como Plastic). El caso es que Juan supo estimular ese interés mío por la política y nunca podré agradecérselo suficiente. En una ocasión hicimos en clase el juego del amigo invisible. El caso es que yo le toqué a él y me regaló el libro Ética para Amador de Fernando Savater. En la dedicatoria me decía que el libro iba sobre la libertad (el principio máximo del anarquismo) y que se lo pasara a todos aquellos que pensara que podría servirle. El libro lo leí varias veces, lo subrayé, lo estudié y se lo dejé a multitud de amigos. Ahora mismo está lleno de firmas de todos a quienes se lo he dejado. Posteriormente, ya como profesor, se lo he recomendado a alumnos a quienes he visto interés por la filosofía. El caso es que ese regalo me sirvió para interesarme mucho más en las cuestiones político-morales sobre la libertad, la justicia, la igualdad y, en definitiva, la ética y la filosofía. Desde entonces eso me marcó y no he dejado de dedicarme a esos asuntos: estudié Filosofía y ahora la enseño. Y también seguí con la política (si bien el anarquismo se quedó a un lado, pero yo me quedé definitivamente a la izquierda y con esa venilla libertaria que siempre está ahí).
Juan me enseñó muchas más cosas. Algunas las recuerdo y otras ya no. Debo decir que fue un profesor muy especial, muy atento, y que, desde luego a mí, me marcó la vida. Y lo tremendamente impactante es que muchos años después (ya habrán pasado más de veinte desde que me dio su última clase en el colegio) todavía me sigue enseñando. El viernes 21 de febrero de este año le vi salir, junto a otros amigos y compañeros, del encierro en el Ayuntamiento que habían realizado para luchar por que el agua de Alcázar siguiera siendo pública. Para mí fue emocionante ver al que fuera mi profesor defendiendo el patrimonio de su pueblo y dando la cara por el agua pública (la cara, y supongo que la espalda, porque dormir varios días en el suelo del ayuntamiento debe ser duro). Podría pensarse que una persona con la vida resuelta, que ha trabajado decentemente, debería dedicarse a sí mismo y su familia y dejar todo esto de los encierros, las manifestaciones y las asambleas para los que vengan detrás. Pero esa es la lección: que no. Que cuando se tienen principios y valores de justicia, de libertad, de igualdad, hay que luchar por ellos: estés en activo, parado o jubilado, seas joven o mayor, soltero o con hijos. Que con lo que es público bastan unos pocos para privatizarlo y hacer negocio, pero que para defenderlo debemos estar todas y todos.
Es por todo eso que el domingo 28 de septiembre voy a ir a la manifestación por la remunicipalización de la Empresa de Aguas de Alcázar. Para mí tiene un doble significado: contribuir a que la gestión del agua vuelva a ser pública, y demostrarle a mi profesor que he aprendido de sus lecciones.
