Nacida en el barrio de Lavapiés de Madrid fue una poeta escasamente valorada por los círculos literarios españoles, quizá porque nació mujer y también porque escribió para los niños. Su obra literaria demuestra su originalidad a pesar de los encorsetados y vanidosos ambientes cultos que no siempre reconocen a los creadores. Y traer uno de sus poemas es demostrar su actual vigencia. Porque todavía ser poeta y mujer cuesta ser reconocida: incluso por muchas otras mujeres. La injusticia con la mujer tiene rostros diferentes siendo todos ellos rostros de dolor y de impotencia. Para Gloria Fuertes no fue fácil y Camilo José Cela lo escribió y reconoció diciendo lo “inmisericorde” que con ella se fue.
Gloria fuertes no alardeo de su recorrido humilde, porque llegar desde los no pudientes y escribir sí, es puerta abierta para los hombres, pero escasamente lo es para la mujer.
Sus libros los han leído las generaciones que ahora tienen hijos: y cuando los niños de hoy escuchan un poema de Gloria Fuertes lo comprenden de igual manera. Regalar a un niño un poema de esta poeta es dejar un rastro de luz en su cerebro. Creo que sobran videojuegos y faltan adultos que en la familia y en las aulas siembren poemas en los niños.
Noviembre se viste de morado por las mujeres muertas, se olvida, no se dice, ni reconoce la excesiva violencia en las películas de las videoconsolas, en los dibujos animados, en las series televisivas de adultos… en el lenguaje y en la jerga diaria… Todo eso es caldo de cultivo para seguir matando sin que después quede un rastro de conciencia por el daño infringido.
Antes, cuando todavía creíamos en la paz de los muertos, sin falacias ni lazos morados en las solapas y sentíamos terror por la maldad de los asesinos encendíamos luz para los muertos por la paz de su espíritu; antes cuando todavía comprábamos libros de Gloria Fuertes y se los regalábamos a los niños sin necesidad de comunicarse por el móvil y el Skype esa singular poeta escribió esta oración.
Oración
Que estás en la tierra, Padre nuestro,
Que te siento en la púa del pino,
En el torso azul del obrero,
En la niña que borda curvada
La espalda, mezclando el hilo en el dedo.
Padre nuestro que estás en la tierra,
En el surco,
En el huerto,
En la mina,
En el puerto,
En el cine,
En el vino,
En la casa del médico.
Padre nuestro que estás en la tierra,
Donde tienes tu gloria y tu infierno
Y tu limbo; que estás en los cafés
Donde los pudientes beben su refresco.
Padre nuestro que estás en la tierra,
En un banco del Prado leyendo.
Eres ese viejo que da migas de pan a los pájaros del paseo.
Padre nuestro que estás en la tierra,
En la cigarra, en el beso,
En la espiga, en el pecho
De todos los que son buenos.
Padre que habitas en cualquier sitio,
Dios que penetras en cualquier hueco,
Tú que quitas la angustia, que estás en la tierra,
Padre nuestro que sí que te vemos
Los que luego hemos de ver,
Donde sea, o ahí en el cielo.
Gloria Fuertes
Gracias a Gloria Fuertes por no desfallecer cuando se la ignoraba y seguir escribiendo en la soledad de su escritorio.