Respecto a esta segunda cuestión son muchas las teorías y las investigaciones al respecto, incluso la tradición popular se a hecho eco de la leyenda de que estando Cervantes en la cama le hicieron la pregunta de donde era y dijo Alca y se murió, dejando divagaciones aparte y viendo que las expectativas entorno a este personaje y su obra son variopintas, no queremos aventurar en este artículo lo que seguramente el año que viene y el siguiente pueda aparecer al respecto.
Tema este que en pleno siglo XXI sigue siendo una incógnita, como el caso de la celebración del Carnaval en Alcázar en diciembre. Uno de los trabajos más extensos al respecto y mejor documentado fue el realizado en el año 2007 por José Fernando Sánchez Ruiz denominado Carnaval de Alcázar de San Juan. Siglo XX, en él se recogen las distintas teorías de diversos autores como la de Julio Caro Baroja, que decía que las actividades de Carnaval daban comienzo el 6 de Diciembre con San Nicolás obispo y el nombramiento de los Obispillos infantiles. O la del periodista alcazareño Emilio Paniagua Ropero, uno de los primeros en plantear sus teorías entorno al Carnaval, decía que aparece en Alcázar con la convocatoria de bailes que realizaba la sociedad del Casino de Alcázar, y que este año 2014 se vuelven a recuperar. En aquella época de la segunda mitad del siglo XIX se incrementan los citados con las prácticas de las inocentadas del 28 de diciembre, actividad local en origen de carácter marcadamente femenino, que dio por reunir a las mujeres al final de las bromas del día en el Altozano, con la excusa de vestirse de inocentes, que en aquellos tiempos era lo mismo que vestirse de máscaras. A nuestro entender este puede ser el origen del Carnaval alcazareño, que con el tiempo, en el lustro aproximado de los años 1875 a 1880 fueron incorporándose a esta actividad los hombres, extendiéndose la celebración entre los días 25 y 28 de diciembre. Decreciendo las fiestas que antes se celebraban en febrero y tomando más auge los Carnavales en Navidad.
Aunque las teorías de Rafael Mazuecos no se quedaban ahí decía que “las diversiones carnavalescas no eran de la Pascua solamente, porque las caras se tiznaron muchas veces durante el año con los culos de las sartenes en las tardes y noches de Santa Águeda, Santa Apolonia, San Marcos, San Antón, San Sebastián, y alguna más. De no estar en el fondo del alma popular no hubiera podido aguantarse aquellos cuadros truculentos, muchas veces repugnantes, solanescos de las tardes del Altozano con un regocijo ruidoso y una algarabía general de toda la plaza rebosante de personal. El propio Mazuecos decía:
“Los carnavales de Alcázar tuvieron siempre dos notas distintivas características. La de la celebración en la pascua y su particular esplendor y animación. Hasta que la Estación tiro íntegramente de la vida del pueblo hacia el paseo. Lo gordo del Carnaval estuvo siempre en el Altozano con un frió glacial y muchísimo barro a pesar de tener toda la plaza un piso de piedra natural en todo su contorno como el que aun se aprecia en los alterones.
Mucho antes de llegar había signos que anunciaban el advenimiento de las fiestas: Las estudiantinas y rondallas que recorrían las calles por las noches, el trajín acelerado de los hornos, para el cuantioso aprovisionamiento de tortas y mantecados, el acumular de trajes y disfraces, papelillos y serpentinas….
Era una fiesta de alegría general hasta el exceso, donde confraternizaban todas las clases sociales cantando y danzando en común, sin que hubieran que lamentar nunca la mortificante licencia por el recato de la personalidad disfrazada, aunque se celebrara entre todos la pulla regocijante y los rasgos del humor, porque Alcázar era y es indolente, pero pacifica y noble, condenándose unánimemente cualquier acción reprobable.
Las fiestas duraban cuatro días que eran de ajetreo continuo, porque las noches se dedicaban casi integras a los bailes, donde la aglomeración no permitía ni entrar y donde la broma era tan corriente, que los papelillos se quedaban en el suelo a medio metro de altura.
El cuarto día, el de los Inocentes, se disfrazaban las mujeres solas, que eran muy hábiles en dar la broma y despertar la curiosidad, sin dejar de decirles a los pasmaos lo que necesitaban saber.
Entorno a la época o el año exacto en la que pasaron a celebrarse de febrero a las navidades puede estar entorno a este último tercio del siglo XIX y puede que sea de forma informal y sin predemitación, en aquella época no se hablaba de carnaval como lo conocemos sino que se realizaban los típicos bailes de máscaras de diciembre.
Ya entrado el siglo XX, en la primera década el Carnaval era un fiel reflejo de la sociedad local del momento, se celebraban dos tipos de máscaras: unas populares, en una manifestación que acogía todas las influencias y el eclecticismo que le aportaba la red ferroviaria; pudiendo acoplarse a muchas y distintas costumbres, incluso se decía, que se bajaban los precios de los billetes de tren en la Pascua, para facilitar la llegada de personas de todos sitios a las fiestas. En estos años, se veían todo tipo de máscaras abigarradas, truculentas, macabras, solanescas, destrozonas, murguistas, que manteaban y colgaban peleles, perseguían y canteaban perros y gatos, disfrutaban su carnaval de transformación y liberación personal, gastando bromas pesadas y con cánticos populares comprometedores. Estas eran máscaras de la calle y de la plaza del Altozano, corrían en grupos pequeños por las calles pidiendo los aguinaldos de casa en casa y dando la murga con instrumentos caseros y canciones deshonrosas. Otras máscaras eran más finas, con bellos trajes de época con grandes pelucas y empolvadas se dirigían a los bailes del casino con su antifaz y sus papelillos. Estas comenzaron a organizarse en estudiantinas, compuestas de muchos músicos de cuerda y bellas señoritas que alegraban los salones del casino y alguna otra sala social o casa señorial.
También con el paso de los años, crecieron los locales para el baile, como el teatro Moderno inaugurado en 1909, que aparte de ser un referente de ocio para la comarca, sirvió para numerosos bailes de máscaras, representaciones teatrales, actos institucionales, etc. Sin olvidar otros como el Círculo la Unión, que organizados por los hermanos Díaz- Miguel, obsequiaban a los asistentes con premios al mejor disfraz, al mejor peinado, al que bailara más tiempo, al que bebiera mas sidra, etc. Centros neurálgicos de recreo que fueron poco a poco adaptándose a la moda de los bailes que se fueron poniendo en boga con el Carnaval ya en los años 30, y que con los años se fueron adaptando otros nuevos espacios como la Cervecería Alemana o el salón Royalty donde realizaba sus bailes la Agrupación Artística Alcazareña, el Bar Alces, el Circulo Ferroviario, entre otros. Todos estos centros fueron surgiendo a raíz de la moda del momento, con típicos bailes de máscaras, navidad, que este año 2014 se quieren recuperar en el Casino que aún queda de la localidad y que esperemos que sean un éxito como en tiempos pasados.