Ganas de esconderme bajo tierra me han entrado al enterarme de que en este hospital, mi hospital y el de todos mis vecinos, ahora se imparten talleres pseudocientíficos de imposición de manos. Sí, de imposición de manos, pues eso es y no otra cosa el llamado reiki que ahora se ha colado en el hospital. La noticia me ha llegado por varios medios de comunicación que vienen a reproducir lo que parece ser una nota de prensa remitida por la propia Junta de Comunidades o el SESCAM.
En dicha nota se dicen cosas como estas: “El Reiki ha sido oficialmente reconocido y recomendado por la Organización Mundial de la Salud (OMS) por sus resultados positivos”. Al respecto hay que decir que es el falso que el reiki esté reconocido oficialmente por la OMS y mucho menos recomendado. Ya de por sí llama la atención que la nota de prensa afirme eso sin indicar ninguna referencia que lo avale. Lo único que ha hecho al respecto la OMS ha sido constatar en algunos informes que, en determinados sitios, se practica reiki, que es tanto como decir que, en algunos sitios, antes de operar los médicos se santiguan o los enfermos rezan, pero eso no significa que la OMS haya reconocido que santiguarse o rezar son formas médicas de curarse, ni mucho menos que lo recomiende. Lo que la OMS dice en esos textos es que, al respecto del reiki y de otras terapias no-convencionales (acupuntura, homeopatía, etc.), hay que seguir investigando por si resultara que fueran efectivas. Que es una forma políticamente correcta de decir que no existe ninguna prueba de que sean efectivas, pero que al mismo tiempo los creyentes en ellas se sientan cómodos. Porque en el reiki y otras (pseudo)terapias hay que ser creyente, tener fe, ya que no hay ninguna prueba de que curen ni hagan absolutamente nada de nada. Nada más allá del placebo, se entiende.
Tal vez sea conveniente explicar brevemente cómo se comprueba científicamente la efectividad de una medicina, tratamiento o terapia. Los científicos utilizan lo que se llama “pruebas de doble ciego”. Consisten en aplicar la misma terapia a dos grupos de pacientes: a uno, el grupo experimental, se le aplica la terapia que se esté investigando; al otro, el grupo control, se le aplica un placebo: se le simula aplicar la terapia pero no se le hace realmente. Los pacientes, sin embargo, no saben si a ellos se les aplica la real o la ficticia, todos creen que se les aplica la auténtica. Después, otro científico distinto comprueba la evolución de los pacientes. Si el grupo experimental muestra una mejoría superior al grupo control, se considera que el tratamiento es efectivo (que funciona más allá del placebo) pero si ambos grupos mejoran por igual, la conclusión es que el tratamiento solo es un placebo, es decir, que su efectividad es la misma que no hacer nada sino solo simularlo. Pues bien, el reiki, la homeopatía, la acupuntura y todas las demás (pseudo)terapias llamadas “naturales”, “alternativas”, “complementarias” o “no-convencionales” nunca han pasado las pruebas de doble ciego, es decir, nunca han demostrado que funcionen mejor que un placebo. O lo que es lo mismo, que solo son placebos. En este caso concreto puede consultarse, por ejemplo, en PubMed sobre el reiki: “En conclusión, las pruebas son insuficientes para afirmar que el reiki sea un tratamiento eficaz. Por tanto, el valor del reiki sigue sin demostrarse”.
Pero no hace falta consultar PubMed para comprobarlo. Que el reiki es una impostura y que no tiene ninguna realidad más allá de la imaginación de los curanderos que hacen esa imposición de manos, es algo que ya demostró una niña de 9 años. Sí, ¡de 9 años! Emily Rosa hizo un sencillo experimento en 1996: veinte practicantes del “toque terapéutico” (una forma de reiki) se colocaban detrás de una pantalla y pasaban sus manos por un hueco para colocarlas encima de la mano de Emily. Se trataba de que descubrieran si se trataba de su mano derecha o de la izquierda: algo supuestamente sencillo, pues si son capaces de detectar tumores u otros males, mucho más sencillo debe ser detectar de qué mano se trata. El resultado fue que solo acercaron en un 44%, lo mismo que si se hubiera hecho al puro azar. Emily Rosa no solo demostró así la falsedad del “toque terapéutico” o reiki, sino que su experimento sí que fue publicado en una revista científica, en el Journal of the American Medical Association (JAMA). De hecho, nadie ha publicado en esa revista siendo tan joven. Y, por supuesto, ningún impositor de manos tampoco. Ni tampoco lo van a hacer los curanderos que ahora hacen reiki en cualquier hospital (independientemente de que tengan titulación en medicina: cuando alguien hace curanderismo es curandero, y cuando hace medicina es médico, aunque sea la misma persona, igual que cuando esa misma persona nada es nadadora o cuando cocina es cocinero, pero no es médico cuando hace largos en la piscina ni mientras bate huevos en la cocina).
Para acabar, conste que no tengo nada en contra de que se practique el curanderismo, la imposición de manos o lo que sea FUERA de los hospitales públicos. Cada cual puede hacer lo que más le guste, para eso vivimos en un país libre. Pero me molesta y ofende que se haga en un hospital público, que debería ser lo que venía siendo: un centro médico de referencia, que ofrezca servicios basados en evidencia empírica, en pruebas científicas. O que, por lo menos, informe adecuadamente a los pacientes. Porque quisiera saber yo si a quienes se le recomienda el reiki se les indica previamente lo que es, de que no tiene ningún aval científico, de que no ha superado ninguna prueba de doble ciego, de que no hay ninguna prueba de su efectividad, etc. Porque si no, si se oculta esa información, se está engañando al paciente y vulnerando su derecho a una información veraz con respecto a su salud. Sobre todo si se le dicen cosas como las de la nota de prensa: “Se trata de una técnica de canalización y transmisión de energía vital a través de las manos (…) Las profesionales del Servicio de Oncología que lo imparten colocan las manos sobre una serie de ubicaciones en el cuerpo llamados ‘chakras’ para que la energía Reiki fluya”. Este párrafo constituye todo un despropósito científico: “energía vital”, “chakras”, “energía reiki”, NO son términos científicos, jamás los encontrará el lector en revistas científicas ni médicas especializadas: pruebe a buscarlas en Nature o Science. Son charlatanería, palabrería. La “energía vital” o los “chakras” son exactamente tan reales como pueda serlo la “fuerza” de los jedis. Si voy al hospital y me hablan así, me sentiría como el del chiste cuando fue a una academia a preguntar si allí enseñaban inglés y el profesor le dijo: “If, if, between, between”.
De todas formas, tampoco es que me extrañe algo así en este contexto de recortes con los que quieren que la crisis la paguemos los ciudadanos y no quienes la han provocado. Los tratamientos científicos y realmente efectivos son caros, pero el curanderismo es mucho más barato. Ya dijo en su día la ex ministra Ana Mato que quería sustituir los tratamientos científicos por otros más “naturales” (o sea, placebos). Y, mientras tanto, la ciencia y la tecnología puntera se la quedan en los hospitales privados a los que solo pueden acceder los que más tienen. Y para los demás, que nos conformemos con imposición de manos (reiki), pastillas de azúcar (homeopatía), agujitas (acupuntura) y supongo que dentro de poco añadirán a todo eso una pizca de santería mientras siguen con los rezos en las capillas que todavía hay en los hospitales.
PD: Por cierto, en la fotografía que se ha divulgado junto con el texto de la nota de prensa puede observarse a dos personas haciendo imposición de manos a una tercera dentro de un hospital y, como dice mi amigo Alberto con un toque de humor: en esa foto lo único científicamente probado es que, como no tengan cuidado, la habitación puede salir ardiendo si acercan tanto las velas a los montones de papeles que están justo a su lado.