Aquí donde la libertad es luz han llegado demonios y el aire se ha quebrado de sombras y maldad en París. La palabra abarcaba la sede de “Charlie Hebdo”, donde la sátira denuncia inflexible el barro del estiércol social; y un tiroteo impío ahogado de curva rabia, ha teñido la sala de la revista de fúnebre alarido. Escupían la muerte fogonazos y gritaban venganza los asaltantes. Más, ellos, todos esos fanáticos no podrán anular la libertad de Europa, porque a la libertad no la traspasa ni la muerte. Enero llora en Francia y se viste de duelo. Escribir y dibujar es oficio arcaico. Ahí están los grabados en piedra de los arcos que recuerdan batallas legendarias: Libertad, fiebre civilizada. Quilla que hemos exportado perdiendo vida en el barco del tiempo. Patrimonio europeo desde la antigua Grecia. Libertad que no se agrieta en sarcófagos ni fenece a manos de los barbaros.
Un semanario en París ha sido tiroteado; muertos, su director, Charb, y otros dibujantes: Cabu, Tignous y Wolinski, otros dos policías y personal de la revista, en total doce son los eliminados. Nos limpiamos el asco y nos comemos las ganas de aplicar la ley de talión a los malvados asesinos, y en la artesa donde la vida se amasa y renueva encendemos la luz para los que despedimos y pedimos que se aplique la ley, sin suavidad alguna, a los que han matado, no sólo a las personas, a los que han querido matar la libertad de Francia y de Europa.
Salir a rastrillar las calles, las plazas, los pueblos y todos los países de este viejo y sufrido continente. Que la parva civilizada que hemos heredado no nos la hurte nadie. Nuestro molde humano se rajado y roto por equivocaciones pero, después de recoger añicos y pedazos en muchas ocasiones hemos vuelto al redil de nuestra vieja estirpe; libertad pasto sin restricciones, acuñado en idiomas diversos, todos nuestros, lenguas indoeuropeas, todas nuestras…
Libertad para los informadores, periodistas a los que nadie amordace. Por esa libertad hoy París gime y llora, y con esa ciudad del amor lloramos todos, porque cuando se asesina la palabra nos quedamos sin voz.