Desde que D. Blas Antonio Nasarre y Ferriz, Bibliotecario Mayor del Rey Felipe V, llegara a Alcázar en 1740, a petición del duque de Híjar y encontrará la partida de bautismo de Miguel de Cervantes en el libro 1º de la parroquia de Santa María la Mayor, y le pusiera en el margen izquierdo, “este fue el autor de la historia de Don Quijote”, han sido muchas las criticas entorno a esta partida considerándola que hasta era una falsificación.
En general critican su grafía, que sin embargo, haciendo una comparativa exhaustiva con los diferentes asientos que existen en el archivo parroquial de Santa María, hay fundadas razones para confiar que su grafía es muy parecida a la de una parte importante de los documentos de bautismo y matrimonios existentes.
Pero es que además, hoy en día son numerosas las evidencias descubiertas por abnegados estudiosos investigadores, principalmente D. Ángel Ligero y esta exposición lo demuestra, cuyas conclusiones llegan, por una parte a considerar Alcázar de San Juan, “el lugar de la Mancha de cuyo nombre no quiere acordarse”.
Y por otra, la vinculación que tenía Miguel de Cervantes con Alcázar de San Juan y sus gentes, según los numerosos personajes de las obras de Cervantes, principalmente el Quijote y personas relacionadas y vinculas con Alcázar y con él en distintas épocas de su vida. Estas cuestiones dejan una clara evidencia del conocimiento del lugar, de su entorno y de las personas, por parte de Cervantes.
De ese conocimiento y relación con el lugar por parte de Cervantes, no nos alcanza duda alguna, la genealogía de los Cervantes y Saavedra existentes en Alcázar en la época y posteriores es abrumadora, así como innumerables personas reales vinculadas con Alcázar que tuvieron directa e indirectamente relación con Cervantes; cuál pudo ser su auténtica vinculación, se entiende que es obligado estudiar la partida de bautismo y no dejar de investigar las numerosas evidencias, si se quiere alcanzar una verdadera conclusión que termine con la polémica.
Cervantes escribe “La Numancia” y “El trato de Argel” en 1582 y “La Galatea” en 1585, pero hasta 1605 no se publica la primera parte de “El Quijote”, que como es sabido, le proporciona para la época una gran popularidad, siendo a contar de 1605 cuando se interesan por él.
Si la mencionada partida fuera legal, está claro que en 1558 se bautizó en Alcázar de San Juan, un Miguel de Cervantes Saavedra y en el caso que el bautizo se produjera al poco de nacer… en el año de 1613 Cervantes publicó sus Novelas Ejemplares, y en la dedicatoria al Conde de Lemos, dijo entre otras cosas, la edad que tenía, es decir 55 años. Y si el Miguel de Cervantes Saavedra, bautizado en Alcázar de San Juan el año de 1558, cumplía en 1613 los 55 años, mientras que su homónimo Cervantes Cortinas de Alcalá de Henares hacía los 66, por muchas combinaciones y argumentos que empleen para tratar de encajar este hecho histórico, jamás podrá negarse lo que Cervantes Saavedra afirmó de sí mismo.
Ha de tenerse en cuenta, la singular forma que tenía Cervantes de expresar todo lo relacionado con el tiempo, ver el trabajo de recopilación del tema, realizado por el investigador cervantista Daniel Eisenberg, varios ejemplos:
1. “Tenía en su casa un ama que pasaba de los cuarenta, y una sobrina que no llegaba a los veinte…” (capítulo I 1ª parte).
2. Sancho dice que su hija Sanchica tiene “quince años, dos más o menos” (capítulo XIII 2ª parte).
3. En contraste, según Doña Rodríguez su hija “debe tener agora, si mal no me acuerdo, diez y seis años, cinco meses y tres días, uno más o menos” (capítulo XLVIII 2ª parte).
4. En el Quijote, hay sorprendentes diferencias entre los personajes, sobre cuestiones temporales: “Según Sancho, por ejemplo, ha servido a su amo veinte años, según éste unas pocas semanas, pero según Teresa Panza, siglos”
5. En el Celoso Extremeño Cervantes pone en boca de la dueña: “… y aunque yo debo parecer de cuarenta años, no teniendo treinta cumplidos, porque les faltan dos meses y medio, también lo soy, (doncella) mal pecado; y si acaso parezco vieja, corrimientos, trabajos y desabrimientos echan un cero a los años y a veces dos, según se les antoja…”.
Cervantes dijo taxativamente en 1613, en el prólogo de sus Novelas Ejemplares: «Mi edad no está ya para burlarse con la otra vida, que al cincuenta y cinco de los años, gano por nueve más y por la mano…».
Cervantes Saavedra tenía la edad de 13 años, cuando se incorporó al ejército pontificio a las órdenes inmediatas de Marcantonio Colonna, era la normal en los pajes de armas que todos los grandes llevaban, pues entraban a su servicio a los 12 años.
Pero no solo su vida y su obra relacionan a Miguel de Cervantes con Alcázar, también a la hora de su muerte, enterrado en el antiguo convento de monjas Trinitarias Descalzas de Madrid, hecho éste que la mayoría de investigadores especialistas en el tema coinciden y las últimas noticias lo han constatado, su cuerpo se encuentra enterrado en el citado monasterio.
Son varios los personajes que se relacionan con Alcázar, la primera su propia fundadora Doña Francisca Romero Gaytán, cuando en la fundación del citado convento nombró como capellanes a los hermanos, Antonio de Quiñones y Cristóbal de Quiñones de Alcázar de San Juan, miembros estos activos en la construcción del convento trinitario como aparece el 3 de octubre de 1612 en una primera escritura que había dado ya poder al Licenciado Antonio Quiñones de Alcázar para tomar a censo, de 20.000 el millar, 7.000 ducados de principal, sobre sus juros y tierras (Arch. de Protocolos de Madrid. Hernando de Recas, nº 3.162, folio 1.342). O en una segunda escritura de 5 de marzo de 1613 ante el escribano Juan de Obregón (Arch. de Protocolos de Madrid. Hernando de Rescas, nº 3.165 sin foliar) el 29 febrero de 1613, daba carta de pago al licenciado don Antonio de Quiñones de haber satisfecho en nombre suyo, entre otras cosas, 5.000 reales invertidos en comprar yeso, maderas, tablas, clavazón y mano de oficiales, que trabajaron, un mes, seis y ocho peones y maestros de hacer la iglesia del monasterio que he fundado en las dichas casas y en atajos, tabiques y otras cosas que se han hecho.
También es curioso subrayar que aparecen personajes como Francisco de Santander que le vende unas casas en Madrid a la fundadora del convento, para la construcción del mismo y cuyo cargo de juez encargado de los bienes de los moriscos en la antigua villa de Alcázar de San Juan, lo relaciona con esta ciudad y con Francisca Romero. Y yo termino este artículo con una pregunta ¿es también casualidad que este hombre decidiera enterrarse aquí precisamente o puede ser que conocería a estos paisanos Quiñones?