Tenían ese día en los labios llamaradas de risas y pasiones de esperanzas, de fuegos venidos desde adentro igual que el magma de la tierra.
Tenían en esas horas regatos de agua dulce donde saciar la carne dolorida de fracasos y heridas…
Tenían la vida por sus venas con sus fracasos de cada nuevo día y el bosque donde volar pájaros sin alas, porque los hijos, nuestros hijos, los que todas las mujeres acunamos son los que llevan alas, las nuestras, y las de todos los hombres que salen del vientre de la que entrega vida cuando pare.
Tenían la inacabada idea de vivir a pesar de las sombras de la duda, a pesar de las equivocaciones y los golpes, a pesar del error de haberlos conocidos cuando inesperadamente una tormenta de sangre y de tragedia las dejó sin respuesta y sin quejas.
Tenían a los jueces y a los magistrados, a los delegados y a las asociaciones, a los publicitarios y a las cadenas de televisión acuñando eslóganes inútiles en campañas, donde esconder la afrenta de las muertes anteriores toda la cobardía de no cambiar sentencias con palabras edulcoradas envueltas en progreso, libertad y avances diferentes a los de antaño, a los que no sirvieron, ni sirven para nada:
Todos los que acabaron con otras muchas vidas… y en ese universo resbaladizo y lleno de vaguedad y esnobismo se quedaron rajadas,
muertas en este octubre español las mujeres asesinadas, como otras mujeres en el mundo, con velas y flores en aceras, con zapatos pintados de rojo y sin respuesta para tanta violencia ejercida en ellas, y sensibilidad para sus asesinos, cuando salen con las caras tapadas para que no descubramos el rostro que se oculta detrás de capuchas y gorros, de bufandas y cuellos alzados… Ellos lo tienen todo y ellas, las mujeres que ha muerto y mueren, el olvido.
Mañana, cuando alguna otra muera a manos de verdugos socialmente tratados con leyes de seda y condenas de risa, mañana la vergüenza de ser libres se volverá pequeña, invisible, asquerosamente inservible como ahora cuando mueren mujeres en el mundo y en España, y las leyes no las cambian.
Hoy ya no hay llantos, solo voces de un día y el silencio en las tumbas de las que ya no volverán a ver la vida.