La ponencia de Eva María Jesús Morales sobre “Las manifestaciones de la religiosidad popular. Valdepeñas y Daimiel en la Edad Moderna” ha servido para descubrir al pintor y dorador de retablos Juan García Menor. Un artista “muy importante en la región” que “estaba afincado en Ciudad Real en 1747”, pero que en los documentos encontrados aclara que “era vecino de Daimiel”.
Entre las obras que se le han podido atribuir hasta el momento se encuentra el retablo de la capilla del Cristo de la Piedad de la iglesia de la Asunción en Valdepeñas y, según expuso la ponente, la investigación acredita la categoría de su taller ya que “tenía a su cargo varios oficiales y trabajó en diferentes iglesias de la provincia”. De momento, no se ha encontrado referencias de obras suyas en Daimiel, pero en el siglo XIX, antes de que “la Guerra Civil causara estragos en el patrimonio religioso”, se le nombra como “maestro del muy noble arte de la pintura”.
En una segunda parte de la conferencia, Eva María Jesús resaltó, con referencias concretas a Daimiel y a otros pueblos del entorno, la influencia de la religiosidad popular en la sociedad de aquella época. En esas anotaciones, dató las ermitas construidas para los santos benefactores, caso de la ermita de San Roque, o las rogativas a Nuestra Señora de las Cruces en 1732 para pedirle ayuda en medio de una sequía. Una petición que, según se recoge, tuvo “probada suficiencia” porque al poco tiempo comenzó a llover.
El callejero de principios del siglo XVIII
En este viaje en el tiempo tres siglos atrás, José Manuel López detalló el callejero que Daimiel presentaba en la primera mitad del siglo XVIII. Una reconstrucción fundamentada en la documentación del Archivo Municipal, y en el trayecto que hacían los recaudadores de impuestos.
Aquel Daimiel se articulaba en torno a las parroquias de Santa María y San Pedro, en el primer caso con un radio que cubría 61 calles y en el segundo, con 28. López agrupó sus nombres según la referencia que hacían a la religión, a los oficios, a parajes y ciudades, a la orografía del terreno o a nombres y apellidos. En ese recorrido se descubrió que hay algunas diferencias lógicas en esos nombres, pero en muchos casos se conserva exactamente el mismo nombre que entonces. O como, por ejemplo, se sigue hablando de Las Siete Esquinas y no de la Plaza de Tetuán, que es su nombre oficial. En este punto, López sugería al Ayuntamiento la posibilidad de que recuperara alguno de los nombres perdidos de cara a potenciar la promoción turística del municipio.
Una plaza sin iglesia
En la tercera sesión de las Jornadas de Historia también se repasó la evolución arquitectónica de la plaza pública desde su construcción en el siglo XV hasta el siglo XVIII, y la importancia que fue adquiriendo como polo económico del municipio. De ello se encargó Carlos Fernández-Pacheco que, en el trabajo que ha firmado a junto a Concepción Moya, destacó la singularidad de que la plaza de Daimiel no cuente con una iglesia, “un hecho que probablemente se deba a la existencia de dos parroquias”.
Las jornadas continúan este viernes con otras tres ponencias. A partir de las siete de la tarde, Daniel Marín hablará de El Ferrocarril en Daimiel en el siglo XX (1900-1941); Asunción García-Consuegra de ‘Don Patricio Redondo y Gerez, y el viaje del agua”; y Alberto Celis, ‘Las vías pecuarias de Daimiel, caminos del pasado, caminos con futuro’.






































































