Siento el eco de tus pasos, y mi corazón helado,
de tu mano cae un vaso , tu cuerpo ya está temblando.
Con mirada amenazante, sola ante el desvalimiento,
el agravio y el ultraje, el más cruel de los silencios.
Suenan golpes sin sentido, estremece el llanto de tus hijos,
el pavor en un aullido, y no encuentras el cobijo.
¡Noche fría, despiadada!, humillada , desvalida,
violencia acorazada, la esclavitud en tu vida.
La mirada despectiva, el insulto y el desdén,
la agresión siempre abrasiva, de un animal la rehén.
El terror hiela tu sangre, te agrede sin miramientos,
ese ser tan execrable, jamás tuvo sentimientos.
Diana de atrocidades, sometimiento, coerción,
verdugo tan miserable, privación y vejación.
El árbol de la maldad, mira frío y despectivo,
y pierdes tu dignidad, a manos de un asesino.
Que se pudran en la cárcel, nosotros los repudiemos,
a homicidas tan infames, que no puedan ver los cielos.
¡Ten por seguro asesino!, que tú me tendrás en frente,
de ti cobarde abomino, tenerlo siempre presente.
Condena, amarga condena, prisionera de ella estás,
despedaza la cadena, destapa tu libertad.
¡Basta ya, de tanta impotencia!, ¡sanguinaria humillación!,
¡soledad, miedo, insolencia!, grito tu liberación.
Porque quiero yo que sepas, que eres tú grandiosa mujer,
el tesoro y la belleza, primavera de alfiler.
No hubo ser más imponente, en toda la creación,
ni persona más valiente, por tu admirable lección.
Por ti mujer yo pondría, mi cara, mi cuerpo, mi yo,
por disfrutar tu alegría, por ver en ti la ilusión.
A tu lado quiero estar, con estos humildes versos,
y poderte empoderar, agasajarte de besos.
La mano a la que agarrarse, modesto grano en granero,
abrigo para abrigarse, ayudaros sólo quiero.
Hay espacio a la esperanza, hay vida poco más allá,
azucenas en el alma y rosas en el rosal.
Siento tu dolor el mío, despierta ya del letargo,
y nunca más sientas frío, somos más los que te amamos.
Riachuelo en plenitud, de bondad la maravilla,
palpitar de nueva luz, y más deslumbrante brillas.
Abre a la vida el corazón, de los besos la ternura,
titánica ebullición, de cariño y de dulzura.
No existe mayor riqueza, tu fortaleza insumisa,
desterrada la tristeza, que el color de tu sonrisa.
Sólo me queda aplaudirte, con poesía mi alabanza,
y firme quiero decirte, hay espacio a la esperanza.
Miguel Ángel Abengózar Muela.