El domingo es uno de los días grandes del Carnaval de Miguel Esteban, es el principal del Corro de la Jota Pujada. Junto a la escultura de la Vendimiadora y a las puertas del Parque, se baila la jota migueleta, «buque insignia del Carnaval».
La buena climatología ha acompañado la fiesta principal de Miguel Esteban, el Corro de la Jota Pujada en el que se han concentrado cientos de personas, en la línea de la gran participación que está teniendo el Carnaval de este 2018, en el que hubo más de 2.000 participantes en la tarde del sábado en el Desfile de Comparsas, según ha explicado el alcalde, Pedro Casas. Lo mismo sucedió en el baile de la carpa, que «estuvo a rebosar» y «todo se está desarrollando sin incidentes, que es digno de valorar».
El «buque insignia» del Carnaval de Miguel Esteban es la Jota Pujada, que en palabras del alcalde «es más que un sentimiento». Los migueletes lo ponen cada año en valor porque «es una tradición ancestral y hecho diferencial». Con el baile quieren rememorar a los antepasados que bailaban la jota migueleta a la luz de un candil, ya que este acontecimiento «es algo más que un sentimiento».
Las «figuras estelares» de la Jota Pujada son los capitanes que la inician con el tremolar de la bandera. Casas ha dicho sentirse «muy orgullo de mi pueblo, de las asociaciones, de la banda que ayuda a poner en valor esta fiesta y muy orgulloso de los capitanes».
Maxi Fernández es la capitana de este año. Lleva muchos años practicando la jota y para ella es «una tradición muy bonita que he vivido desde pequeña, siempre ha estado bailando en el corro. Los migueletes lo llevamos muy dentro y al oír la música me hierve la sangre». Ese sentimiento ha hecho que haya ido inculcando la tradición de la jota a sus hijos.
Otra figura destacada de la Jota Pujada es la del animero. Alejandro Ochoa lleva ejerciendo este papel desde hace 35 años y a pesar de que «algunas veces algunos se enfadan, en este tiempo sólo tengo amigos».
El papel del animero consiste en «estar pendiente de quién da más, corregirlo y el que da más se queda bailando». Las apuestas se siguen haciendo en pesetas y llegan a alcanzar hasta 50.000 pesetas, momento en el que suena la Jota campesina.





































































