Señor Diego García-Baquero, por lo que yo he oído de su comportamiento como padre, sí siento repugnancia y no diré más, por respeto a usted, a su hija, menor de edad (que no conozco) y a su señora (ahora ex) que la conozco únicamente porque usted me la presentó. Pero lo que yo piense a ese respecto es indiferente, es más no le doy más crédito que el que le dan las Sentencias de la Audiencia Provincial que entiendo ha sido la que ha resuelto sobre su divorcio, la custodia de su hija y el régimen de visitas. ¡Vamos que en eso ya me dirá qué tengo que ver yo!
La película que se ha montado sobre mi intervención en el asunto es tan ridícula como la que montó el abogado de la pluma en su día y bebe de la misma fuente: el odio, la envidia y el considerarse de mejor clase que los demás.
Mire, un consejo, sus asuntos familiares mejor sáquelos de las redes sociales y del debate público, que luego, si contamos lo que sabemos, somos otros los que no tenemos educación ni respeto. Y ya sabe, la Alcaldía a veces es como un confesionario, laico eso sí.
Sobre su artículo no sé cómo interpretarlo, si lo que quiere es hacer méritos ante sus jefes políticos, si salda una deuda no confesable con el abogado de la pluma o si solo es un desahogo personal, pero airear sus asuntos personales mezclados con su opinión personal hacia otra persona ajena a los mismos es tan estrafalario como incomprensible para cualquiera con dos dedos de frente. Por ello no le dedicaré ningún exabrupto como usted hace contra mí, tampoco juicios de valor. Su escrito retrata a la perfección el tipo de personaje que hay detrás. ¡Una pena! Sin más comentarios.
José Fernando Sánchez Bódalo