Cargando...Con todo esto del mundial de fútbol en Qatar, que es una desvergüenza, están pasando muchas cosas que, desde mi postura de observadora semiprofesional, me están fascinando. Creo que no debería celebrarse un evento deportivo cuyas instalaciones han costado la vida a los obreros que las hicieron posibles y punto. No estamos en tiempos de construcción de pirámides faraónicas y esclavitud, o eso quiero creer.
Sin embargo, y teniendo en cuenta que con lo que se han gastado nada se va a cancelar, lo que más me sorprende de todo el asunto es el moralismo de sofá. Los moralistas nunca me han gustado porque suelen ser gente muy superficial que mira el dedo cuando se les está señalando la luna, es decir, que suelen tener cierta facilidad para indignarse contra personas que, de ser responsables, lo son en pequeña medida. Ahora, por ejemplo, el problema parece ser que hay artistas que están dispuestos a actuar en Qatar. Respeto a los que se han negado, pero no conocemos realmente las causas de que lo hayan hecho como no conocemos la situación de los que están dispuestos a ir. Resulta claro que la muerte de los trabajadores en las obras no resultó razón suficiente en su momento para decir que no, y es ahora, cuando el tema de los derechos humanos ha salido a la palestra cuando los cantantes están empezando a cancelar. Es decir, en mi humilde opinión, han dicho que no cuando podría salpicar a su imagen.
¿Pero y qué hay de los que sí van a ir? ¿Acaso conocemos cuál es su situación? ¿Qué clase de contrato han firmado y qué consecuencias tendría romperlo? Es facilísimo decir que nosotros no iríamos por nada del mundo sentaditos en nuestro sofá y poniendo en redes sociales que haremos boicot y no encenderemos la tele (excepto si España empieza a ganar, porque entonces reivindicaremos la canción de Chanel en Eurovisión, o algo así). Nosotros no nos jugamos nada. Lo que es peor: si señalamos a los cantantes que van a Qatar, nos olvidamos de los verdaderos responsables de ese despropósito gestado en la corrupción y la falta de escrúpulos. Si analizamos y juzgamos a los que se ven en medio de la vorágine, olvidamos muy a menudo a los que se quieren hacer un lavado de cara por su trato al colectivo LGTBI+ o a las mujeres. Olvidamos a los que se lo permiten poniendo la mano y recibiendo el dinero por chanchullear, no por hacer su trabajo, que es lo que harían los cantantes que decidieran ir: cumplir con un contrato y cantar. Nos pueda parecer mejor o peor, nos pueda parecer que seríamos muy dignos nosotros y no iríamos, eso es lo que harían en el caso de ir: colaborar al lavado de cara, sí, pero por cumplir con su trabajo. Qué distinto a lo que hacen los otros y qué poco se habla de eso. La moral de sofá favorece a los verdaderos responsables de las calamidades, estoy convencida.
