Con motivo del Año de la Vida Consagrada que a petición del Papa Francisco la Iglesia universal está conmemorando en este 2015 y aprovechando la profesión solemne de una de las religiosas del Convento de la Concepción y San Benito, la hermana Gabriela de las Clarisas de El Toboso (Toledo), InfoParroquia EL TOBOSO se ha aproximado a la historia de este convento y presenta a sus lectores una reseña de la misma.
Sucede en El Toboso que junto a la gran Iglesia Parroquial San Antonio Abad, existen otros dos espacios característicos, íntimos, alejados del ruido y del bullicio. Pero igualmente bellos y relevantes, lugares que forman parte de la historia y la verdad de este pueblo.
En los dos, desde hace siglos y en la actualidad, un grupo importante de mujeres buscaron la comunicación con Dios, la liberación de una sociedad que no les satisfacía y comenzaron a tejer esa particular forma de entender y vivir la espiritualidad; comenzaron a crear un mundo propio. Oración y poesía, rezos y disciplina, gobernar el cuerpo para abrir la mente, silencio y música, contemplación y acción son las claves de la Clausura en El Toboso, espacios figuradamente cerrados, pero llenos de plenitud, de libertad.
¿Cómo acercarse a ellos? Son lugares en los que hay que entrar con respeto, pero sin miedo, para conocer lo que allí sucedió y sucede, para sentir y compartir la felicidad de las religiosas que los habitan. Cada uno de los dos posee un acento propio, el que le da la pobreza franciscana y la laboriosidad trinitaria.
Historia
Los orígenes del actual Convento de la Inmaculada Concepción y San Benito se remontan hacia 1515, época en la que existió en El Toboso, junto a la antigua ermita de San Benito, una casa de beatas o ermitorio donde vivieron primeramente tres religiosas que vestían de pardo, eran de la Orden de San Francisco y profesaban los tres votos sustanciales de pobreza, obediencia y castidad. Tenían dada su obediencia al P. Guardián de S. Francisco de Belmonte y vivían bajo su regla y sujeción. Más tarde, en el año 1546, fue convertido y fundado como “cenobio franciscano” por Don Antón Martínez, clérigo natural de esta Villa. Por esta época también se le denominaba como “convento de La Sentencia”





































































