La tradición del epitafio, inscrito sobre las lápidas, es la de honrar al difunto con la escritura de unos versos. En ocasiones, se trata de citas bíblicas o aforismos. Hay epitafios famosos, que advierten al lector sobre su propia mortalidad o exhiben los logros que el difunto consiguió en vida. También hay tumbas que sólo contienen el nombre del fallecido, su fecha de nacimiento y defunción, con un simple D.E.P. (Descanse en Paz) o R.I.P. (Requiescat in Pace), que viene a ser lo mismo. En España también se popularizó la fórmula ‘tu familia no te olvida”. Pero hay epitafios que tienen un valor literario, constituyendo un subgénero de la lírica.
Hay epitafios famosos como el de Winston Churchill, “Estoy dispuesto a encontrarme con mi Creador. Si mi creador está preparado para la gran prueba de reunirse conmigo, es otra cuestión”, o el de Frank Sinatra, “Lo mejor está por llegar”. O el de Shakespeare, que murió a los 53 años de edad, y que él mismo dejó escrito “Buen amigo, por Jesús, abstente de cavar el polvo aquí encerrado. Bendito sea el hombre que respete estas piedras y maldito el que remueva mis huesos”. En la tumba de Cantinflas se puede leer, “Parece que se ha ido, pero no” y en la del Marqués de Sade, “Si no viví más, es porque no me dio tiempo”. Marion Robert Morrison, más conocido como John Wayne, dejó dicho que en su lápida se escribiera “Feo, fuerte y formal” y en la tumba de Buster Keaton se puede leer “The End”. Incluso hay epitafios que, aún sin existir, se han hecho famosos, como el que se decía estaba sobre la tumba de Groucho Marx, “Perdonad que no me levante”, cuando en realidad sólo aparece su nombre, la fecha de defunción y una estrella de David.
Poesía, formalismos, liturgia, emotividad y sentido del humor forman parte de las inscripciones de las tumbas, de las que tampoco escapa el cementerio de Alcázar de San Juan. Dando un paseo entre las lápidas pueden encontrarse algunas inscripciones curiosas como: “Con la mochila llena”, “Al corazón más generoso”, “Gracias por formar parte de nuestras vidas” o la expresión manchega “Andar con Dios”. También hay otros que hacen referencia a canciones como “Quiero que no me abandones, amor mio al alba”, a citas bíblicas, “Yo soy la resurrección y la vida, el que cree en mí, aunque esté muerto vivirá”, y epitafios en verso haciendo referencia a la existencia del fallecido o al sentimiento de los familiares “Rocío de la mañana, gran tesoro de tus padres, joya que no encontraremos en ningún escaparate” o “Esa enfermedad traicionera te llevó de nuestro lado y a nuestros corazones dejaste destrozados”.
Como estos ejemplos, muchos más, sólo hay que darse una vuelta por cualquier cementerio y leer con atención.