
Según expone Juan Gelman, «es un verdadero acontecimiento» que un artista hispano-cubano como Alarcón Echenique sea invitado por el Ayuntamiento de El Toboso para exponer su serie de “Sueños Cervantinos”. Un acontecimiento por lo que significa y supone para el arte español y el cubano. Además, hablando de una figura tan ilustre de la literatura española, es tanta la compenetración del autor con su visión y su personaje, que el lenguaje de ambos ensueños, el suyo y el de Cervantes, se fusionan en un pensamiento que va en búsqueda de todas las dimensiones.
Y es que como gran y completo artista, Felipe supo comprender la idea capital de Jean- Auguste-Dominique Ingres cuando remachaba aquello de que “empezaremos por dibujar, seguiremos dibujando y luego dibujaremos un poco más”. Más tarde, cuando acabó por ser poderoso dueño de su hacer, no discutió a Martín Heidegger en lo de que “llevar a cabo quiere decir: desplegar algo en la plenitud de su esencia, conducir ésta hacia la plenitud”.
Sus obras siempre ponen de manifiesto que su creatividad ya no es en sí un proceso para la iniciación de la resolución de un problema, sino que la culminación la tiene determinada desde el principio y solamente la hace seguir su propio curso para proyectarse hacia lo que hay después. Es la evidencia de un virtuosismo cruel consigo mismo porque hasta el azar tiene un destino dentro de esas estructuras -nada queda fuera de ellas- que conforman unos espacios pletóricos, interrelacionados, con innumerables habitantes y personajes muy bien identificados -aunque muchos no sepamos quienes son- que piden un hueco, un lugar donde expresarse.





































































