
Los dulces se ponen a la venta en la Iglesia de Santa María con motivo de la festividad del santo este 3 de febrero.
Por miles se cuentan no sólo los rosquillos, también los kilos que se elaboran de los mismos, aunque poco importa la cantidad porque en cuestión de horas desaparecen por completo. Cada año, desde bien temprano empieza a formarse la cola para comprar este típico dulce a las puertas de la Sacristía de Santa María.
Previamente a este momento, varias personas trabajan en cada edición de manera desinteresada en hacerlos. Con los ingredientes y las formas de elaboración tradicionales, se hacen estos rosquillos, que los voluntarios cuecen en un horno profesional, que les cede la instalación para la ocasión.
De este modo, ya está todo listo para ir el día 3 a besar la Reliquia de San Blas y comer sus famosos rosquillos a los que dicen que el Santo les otorga propiedades para conservar la garganta en buen estado.








































































