Aunque parezca lo mismo, hay diferencias significativas entre el estrés y la ansiedad. Casi con total seguridad, nos hemos sentido estresados en algún momento de nuestra vida y si ese estrés se generaliza, sucede que se transforma en ansiedad, algo mucho más difícil de controlar y tratar.
A priori, el estrés puntual es una manera de mantenernos alerta frente a una amenaza externa. Las hormonas que genera el estrés, hace que el ritmo cardiaco aumente, bombeando el corazón más sangre hacia nuestras extremidades y hacia nuestros órganos, de manera que permite estar preparados para escapar o luchar de manera inminente. Respiramos más rápido y nuestros sentidos se agudizan.
Aunque los síntomas del estrés y de la ansiedad puedan ser parecidos, y pueden darse en ambos casos mareos, náuseas, sensación de intranquilidad o temor, irritabilidad e intranquilidad, problemas digestivos, dolor de pecho, etc., lo cierto es que hay diferencias importantes y aquí vamos a intentar aclararlas:
¿Qué lo desencadena?
En el caso del estrés, son factores externos. En el caso de la ansiedad, los factores que desencadenan toda una serie de síntomas son esencialmente emocionales y cognitivos.
¿Qué momento nos preocupa?
En el caso del estrés, el momento actual es el que nos genera preocupación; un hecho concreto con el que tenemos que lidiar en este momento. La ansiedad se genera por una preocupación instalada en el futuro, en algo que pueda (o no) ocurrir.
Emociones protagonistas. Una persona que sufre ansiedad, tiene miedo a que pueda suceder algo negativo, anticipando situaciones perjudiciales o catastrofistas. Una persona con estrés, siente preocupación por el hecho que se lo genera, lo que puede hacer que esté irritable, triste o frustrado de forma más o menos puntual.
Duración y remisión. El estrés desaparece cuando es estímulo externo que lo genera también desaparece o se supera. Sin embargo, en el caso de la ansiedad no sucede igual, puesto que influyen los pensamientos generados en nuestra mente de forma automática y descontrolada, que pueden durar por tiempo indefinido, hasta que aprendamos a controlarlos.
¿Qué patología es más grave?
A priori, los síntomas que genera el estrés suelen ser menos graves y más pasajeros, aunque también pueden originar o agravar ciertas enfermedades o patologías de la persona que lo padece. En el caso de la ansiedad, los síntomas pueden tener un mayor alcance originando desórdenes psicológicos tales como ataques de pánico, fobias o trastorno de ansiedad generalizada.
¿Cómo podemos tratarlo?
Si el estrés se extiende en el tiempo, podemos buscar ayuda en un psicólogo para que nos de pautas y estrategias para afrontarlo y superarlo. En el caso de la ansiedad, es posible que haya que combinar tratamiento psicológico y farmacológico.
El psicólogo nos ayudará a manejar el estrés y la ansiedad, comenzando por una evaluación inicial y previa de nuestro estado, para conocer qué circunstancia nos está provocando el estrés o de qué manera hemos llegado a un estado de ansiedad.
A partir de ahí, elegirá el tipo de terapia más adecuada, ayudando al paciente a liberar su tensión, su carga emocional, y nos enseñará herramientas y estrategias para resolver y gestionar los conflictos y problemas que nos ocupen. Una buena terapia psicológica promoverá un empoderamiento personal que nos va a ayudar a saber lidiar con todo aquel estímulo que nos provoca estrés o ansiedad.
Además de la ayuda de un profesional sanitario, debemos incluir hábitos de vida saludables en nuestro día a día, tales como hacer ejercicio físico, meditación, ejercicios de relajación progresiva, escribir, aromaterapia, tomar ciertos tipos de infusiones de hierbas, o pasar tiempo con mascotas o animales de compañía.