Los que me conocen, saben que detesto la inmediatez. Me gusta disfrutar de las cosas a ritmo pausado, y también lo que me invita a detenerme. Amo los discos de vinilo y me ayuda a desintoxicarme de la velocidad del mundo el tener que darles la vuelta. Me encanta la fotografía analógica y me parece que en ella somos todos más guapos. Sigo escribiendo a mano algunas cosas, porque noto que mi cerebro piensa distinto. Creo que la inmediatez, a menudo, significa irreflexión y, por lo tanto, simplificación de lo complejo. Los seres humanos, no lo olvidemos, somos complejos.
Por esa razón, twitter nunca me gustó, y lo abandoné mucho antes de que un muchimillonario que le pone nombres ridículos a sus hijos la llamase X. No se puede resumir el pensamiento complejo en un número limitado de caracteres. Se puede lanzar una idea, pero esa idea es más susceptible de ser deformada, incomprendida, ofensiva, si no tiene espacio para justificarse. También, por otro lado, se puede usar para difamar, para lanzar una mentira y que crezca sola, porque unas pocas palabras sí sirven para sembrar el caos, pero hacen falta muchísimas más para desactivarlo.
La velocidad, a su vez, desactiva el pensamiento crítico. Es cierto que mucha gente trabaja mejor bajo presión, es más eficiente, pero normalmente lo es en un punto determinado sin que contemos con el trabajo previo, en el que se han tenido que detener para aprender, apreciar, leer, informarse, para lo que sea, pero con detenimiento y empleando mucho tiempo y paciencia.
Opinar de todo y rápidamente, ¿quién dijo que era bueno? La libre expresión es un derecho, pero opinar de forma inmediata reduce las posibilidades de que eso que se manifiesta sea producto de la racionalidad. Por lo general es una manifestación de la emocionalidad, que puede ser importante, pero tiende a estar más lejos de conocer y aceptar las consecuencias. ¿Quién no se ha peleado alguna vez y ha dicho cosas crueles de las que luego se ha arrepentido? Expresarse con inmediatez suele ser eso exactamente, hoy en día multiplicado por millones. Para mí, entrar en twitter se había convertido en ese mensaje que nunca te debió mandar tu ex, borracho y a las cuatro de la madrugada.
Estamos en la era de satisfacer las emociones rápidamente, lo que ha hecho aflorar el éxito de aquellos que dan soluciones sencillas a problemas a menudo imaginarios. Si se puede resumir en un número de caracteres muy concreto, es que la solución debe ser la que nos están dando, ¿no? ¿No os llama la atención que los políticos cada vez se curren menos el ocultar que están repitiendo una consigna? ¿Para qué? Eso es lo que va a quedar, así que cuanto más lo repitan y con las mismas palabras exactas, mucho mejor. No importa que sea mentira si nadie se va a parar a analizarlo y, si alguien lo hace, muy poca gente se detendrá a escucharlo. La inmediatez también se ha comido eso.