Cargando...Por un lado, entiendo que no queramos admitir que todos envejeceremos, pero por otro me inquieta la manera en que negamos esa realidad haciendo como que no existen las personas a partir de determinada edad.
No las ignoramos del todo, pero no parece que en el imaginario que tenemos accesible sean seres humanos con inquietudes, actividad y ganas de vivir. De vez en cuando aparece un personaje de ficción de cierta edad que hace cosas y a la que le pasan cosas, y nos sorprendemos, cuando no debería sorprender, en especial en un primer mundo cada vez más envejecido. ¿De verdad estamos dispuestos a ser ignorados después de la jubilación?
Últimamente, estamos oyendo todo tipo de mensajes provenientes de lo conservador neoliberal que vienen a decir: «aporta o aparta». Esta gente da por hecho que alguien que no forma parte de la población activa de un país estorba. Qué manera de vivir el ahora tan bárbaro, porque parecen ignorar que ellos también envejecerán. Parecen ignorar, en algunos casos, que han envejecido.
Recuerdo a una señora de pelo blanco y actitud aleccionante que se permitió decirnos que teníamos demasiados viejos, y que iban a ser un problema para cumplir con nuestros compromisos. Al menos hasta hace unos años, esas palabras habrían sido para poner el grito en el cielo, pero ahora el «si se iban a morir igual» referido a los pobres ancianos que murieron abandonados durante el COVID en las residencias se ha convertido en una especie de consigna generalizada, así que no me sorprende que nadie se escandalice.
¿Qué nos ha pasado? Antes éramos una sociedad basada en la generosidad, y ahora resulta que hasta la gente mayor parece una amenaza a nuestro modo de vida. Pero gente mayor seremos todos, y sí, la alternativa es morirse antes. Quién sabe, quizá tienen por gurú a aquel que dijo que siempre fue de buena educación saber morirse a tiempo, con la salvedad de que el autor de semejante frase estaba siendo cínico, y el cinismo no se termina de comprender hoy en día porque hiere sensibilidades y se entiende como una forma de comunicarse agresiva.
En cualquiera de los casos, si ser viejo es malo, ser vieja es peor, porque la manera en la que desapareces para los demás, en el caso de las mujeres, suele ser anterior.
Muchas mujeres dejan de ser personas para el resto el día en que se convierten en madres, y a partir de ahí se da un fenómeno que yo llamo «envejecimiento adelantado», porque se las ignora y se las trata como un trasto sin sentimientos propios, sin inquietudes y muchas veces sin valor, como se trata a los viejos, pero antes. Si a eso se suma el que todavía se valora en las mujeres la belleza — tan frágil y tan tirana— por encima de todo, para qué queremos más. Quizá eso explique la cantidad de mujeres obsesionadas con torturar de hambre y agujas un cuerpo que terminará por fallar algún día igualmente.
