Va cogiendo solera el festival taurino que organizan todos los años Manolo y Oscar Castellanos, y este año se ha celebrado la novena edición. Normalmente estos espectáculos taurinos los suelen torear matadores de toros retirados y en activo, pero lo diferente de éste, es que los actuantes suelen ser subalternos de a pie, todos con la intención de pasar un rato agradable para seguramente recordarlo durante el frío invierno que ya está encima.
Antes de deshacerse el paseíllo se homenajeó al recientemente fallecido Antonio Chenel “Antoñete” con un minuto de silencio seguido respetuosamente por los aficionados que llenaban el aforo en una quinta parte.
Rompió plaza “Europeo” de Víctor Romero, con tan buenas intenciones como pocas fuerzas, tan pocas que desesperaron al veterano José Osuna quien no se dio mucha coba quitándoselo pronto de encima. Eso sí se le vislumbraron formas de toreo puro. Oyó palmas a la voluntad.
El otro veterano, Cándido Noriega “El Carpeño”, tampoco se quiso quedar atrás con un toreo decidido y dispuesto a agradar. Cortó una oreja del de “Guadalmena”.
Ya en la parte “más joven”, Juan Bautista toreó al bravo burraco “Benedicto”, también de “Guadalmena” con embestidas sino celestiales si encastadas que incomodaron en más de una ocasión a su matador. Saludó a la ovación final.
Manolo Castellanos lidió el cuarto de Javier Gallego, rajado y que no sirvió mucho para evidenciar el toreo clásico que atesora Manolo. Así lo reflejó en la media a pies juntos o en los cites siempre dando el pecho y en la distancia justa para aprovechar las embestidas. Cortó dos orejas floreadas.
Al noble y flojo “Cacereño”, quinto de la tarde, le perdonó la vida su propietario y lidiador Oscar Castellanos, que hizo un trasteo largo y variado buscando siempre el lucimiento cómplice con la grada, y que finalmente contagió al presidente que otorgó el indulto al novillo y los máximos trofeos al torero. Esperemos que le sirva. Este novillo lo brindó al alcalde Diego Ortega, presente en el callejón.
Y este año también actúo un novillero sin caballos. Ha sido Carlos Aranda, de Daimiel, con buen aire, aunque lógicamente con mucho que aprender, sobre todo con los aceros.
Entre los subalternos que actuaban a las órdenes de los subalternos y valga la redundancia, destacar las buenas lidias de Martín Recio, José Castilla y del criptanense Jorge Fuentes.
Al final los trofeos a los triunfadores quedaron en casa, en la casa de Oscar Castellanos, ya que se llevó el del mejor novillo y de la mejor faena.