


No se puede hablar del ‘Proyecto Unicornio’ como si fuera una noticia más, un reportaje humano de superación como hay tantos que lamentablemente no trascienden. La historia de Jesús es mágica, poco frecuente en unos tiempos en los que ya casi nada nos conmueve; en los que, acostumbrados a vivir en nuestra burbuja, apenas dedicamos tiempo a mirar dentro de los demás, a reflejarnos en sus ojos y llegar hasta el corazón para conectar nuestras energías. Los medios de comunicación ofrecemos noticias como objetos de consumo y la celeridad de la información nos impide, muchas veces, contar lo que importa, lo que la gente necesita saber, aprender y sentir. Así que cuando te encuentras con una historia que realmente conmueve, o mejor dicho te mueve, como la de Pilar y Jesús, no puedes mirar hacia otro lado y contarla como quien fabrica un producto informativo.
La lucha contra el cáncer de Jesús y la forma de alentarla de su fisioterapeuta, Pilar, no generará grandes titulares pero es una historia real y sincera de la que todos tenemos mucho que aprender. Un ejemplo de superación basado en el sentimiento, en la más pura forma de humanidad, en la amistad, en la magia, en la causalidad y en el trabajo bien hecho.
Erase una vez un niño de 12 años, tímido e introvertido, lleno de historias que contar al mundo que observaba desde la distancia de su inocencia. Un niño, como tantos, que lo único que quería era ser niño. Pero la magia incipiente de su espíritu se truncó cuando un malvado caballero negro decidió cruzarse en su camino y ponerle a prueba. El oscuro rufián, llamado Cáncer, no conoce la compasión ni la justicia y planteó a Jesús, el pequeño guerrero de esta historia, una dura batalla. A pesar de su corta edad y del miedo, Jesús se enfrentó con él cara a cara. El inicio de la gesta fue complicado, Jesús no estaba preparado y se sentía solo, a pesar de la fuerza de su familia y el amor de su madre, la noble Sagrario, que jamás pensó que el caballero negro elegiría a su hijo para intentar arrebatárselo.
Cáncer comía terreno y jugaba con las fuerzas de Jesús y con su mente. Consiguió encerrarlo en un lugar en el que otros niños y niñas como él luchaban a diario contra el mismo enemigo. Huestes de soldados blancos se afanaban en buscar las mejores armas para derrotarlo y conseguir que los pequeños guerreros soportaran sus envites y sanaran sus heridas de guerra.
Jesús era fuerte, sabía a quién se enfrentaba, pero después de un tiempo estaba ya muy cansado y se debilitó su espíritu. Tuvieron que aislarlo del resto para protegerlo durante muchos meses. Se olvidó de la sensación que producía el sol de la mañana en su cara, del frescor de la lluvia mojando su pelo, de jugar libre en la calle, de sus amigos, de sus profesores. Dejó de sentir la cálida paz de una caricia, el suave cosquilleo en la nariz del aire limpio. Se encerró en sí mismo, olvidando la existencia de la ilusión y los cuentos, la magia de las historias que antes de iniciar la batalla flotaban en su mente. Su espíritu se volvió marcial, casi espartano, negándose la posibilidad de ser otra cosa distinta a un guerrero. Esa actitud le dio fortaleza y soportó los duros envites que Cáncer le planteaba, perdiendo el miedo a la tenebrosa mirada del caballero negro y no haciendo caso a su macabra y sarcástica sonrisa. Jesús venció la primera y más dura batalla.
Cuando salió de su aislamiento, vencedor pero vencido por el agotamiento y lleno de heridas de guerra, el mundo se le antojó hostil, como a un animalillo al que sacan de su entorno natural. No quería estar en lugares concurridos, por si el caballero negro se camuflaba entre la gente y volvía a minar sus defensas. Fue difícil, la noble Sagrario lo sabe bien. Algunos soldados blancos le contaron que Jesús no quería colaborar en su recuperación, que se negaba a seguir plantando batalla y desconfiaba de sus cuidados. Nada más lejos de la realidad. Jesús sólo estaba dormido. Hasta que conoció a Pilar, el hada madrina que habría de despertarle, un ángel infiltrado entre los soldados blancos de otro hospital, el Mancha Centro, capaz de ponerse una nariz de payaso para hacerle sonreír.
Pilar llevaba una plaquita donde ponía “fisioterapeuta”, una palabra que a Jesús no le gustaba. Pero, pronto, después que Pilar le guiñara un ojo, el pequeño guerrero descubrió que las letras bailaban y cambiaban y que en la plaquita podía leerse otro texto: “sanadora de almas”. – “No importa si no puedes mover la pierna. Ya lo harás. Lo que quiero es que la sientas”, fueron sus primeras palabras. Como guiado por una extraña fuerza, Jesús se irguió y miró de frente a aquel ángel con nariz de payaso. En ese momento, algo pasó. Las almas de Pilar y Jesús conectaron y, sin saberlo, iniciaron una aventura que ha contagiado a cientos de personas.
La noble Sagrario reconoció también enseguida el ángel que vivía en Pilar y depositó su confianza en ella para enseñar a luchar a su hijo. Cada día que Jesús pasaba con Pilar, mejoraba. Volvía siempre a casa con una sonrisa y el tiempo que transcurría hasta reencontrarse con su hada se le hacía eterno. Gracias a ella dejaron de ser tan tediosos los largos viajes en ambulancia, las sesiones de quimioterapia, las conversaciones con los soldados blancos. Todas esas cosas no eran más que parte del camino para regresar a casa, junto a Pilar, su amiga, su confidente, su sanadora, la mitad de su alma.
Hasta que un día, el caballero negro tuvo un arrebato de cólera, porque su alma intransigente no soporta el amor y le hieren las buenas intenciones. La energía positiva que se estaba generando y expandiendo entre Pilar y Jesús era el único arma que le preocupaba, consciente que si seguía creciendo, el pequeño guerrero conseguiría derrotarle. No podía permitirlo. Así que se coló de soslayo, cuando el niño estaba despistado, y le ensartó fuertemente su espada en la pierna. La herida fue tan profunda que tuvieron que llevar al niño al quirófano. Pero esta vez fue diferente, tenía a Pilar que, por nada del mundo, iba a dejar que su pequeño mago pasara solo por el trance.
Pilar no le dijo nada. Tenía que idear un juego que mantuviera viva la ilusión de Jesús. Cogió su nariz de payaso y se fue a su rincón de pensar. Después de rascarse la cabeza un rato… ‘Eureka’. Habló con los jefes del Mancha Centro y les pidió tres días de vacaciones. Jesús ya estaba en otro hospital, preparado para entrar en quirófano. Pilar llenó su maleta de chucherías y se fue de viaje. Por el camino, le iba mandando pistas a su amigo de dónde se encontraba. Él no se imaginaba que corría hacia su encuentro. Cuando Pilar llegó al hospital, Jesús ya había entrado en quirófano. La noble Sagrario agradeció su compañía y le regaló ser el primer rostro que su hijo viera al despertar de la anestesia.
Pilar esperó impaciente mientras Jesús era atendido en el quirófano por soldados blancos y verdes, buscando una señal que le ayudara a explicarle a Jesús que sólo había sido una recaída y que iban a ganar la batalla final. Su nariz de payaso no le daba la respuesta. Comía chucherías compulsivamente. Abrió un huevo de chocolate, de esos que en el interior llevan sorpresa. Allí estaba su señal, un pequeño unicornio azul. Un unicornio mágico.
Cuando Jesús abrió los ojos, allí estaba su hada, sonriente como siempre. -¡Mira lo que me ha salido!- le dijo –Es un unicornio mágico, si le tocas el cuerno su magia hará que te recuperes enseguida. El niño la miró un tanto extrañado, sin entender muy bien lo que le contaba.
Pasaron los días y Jesús empezó a encontrarse mejor. Buscó en internet el secreto de los unicornios de los huevos Kinder y descubrió que era casi imposible que uno de estos pequeños caballitos con cuerno apareciera en su interior. Se lo dijo a su amiga. –Pilar, es casi imposible encontrar un unicornio dentro de un huevo de chocolate; hay muy pocos. ¿Imposible? Pilar no entendía esa palabra. –Nada es imposible y te lo voy a demostrar. Y dichas estas palabras, la magia empezó a actuar.
Pilar compraba huevos de chocolate todos los días, para ella, para Jesús, para sus amigos, para otros pacientes… Nada. El unicornio se resistía a salir. Tal era la emoción con que Pilar y Jesús esperaban que en alguno de aquellos huevos apareciera un unicornio, que contagiaron a toda una sala del Mancha Centro y la apertura de los huevos se convirtió en una fiesta. Llegaron a abrir 50 diarios e inventaron el ‘Sorteo del Huevo’, esperando cantar algún día el premio gordo, como en la lotería de Navidad. Hadas, duendes, juguetitos, animalillos… encontraron de todo dentro de los óvalos de chocolate, menos el unicornio. No era el momento. Hasta que, un día, cuando Jesús se encontraba un poco flojito de fuerzas, porque la medicina de los soldados blancos era muy fuerte y le costaba sostener la sonrisa… ocurrió. Pilar fue a visitar a Jesús a su casa, acompañada de dos escuderos que portaban dos cofres con huevos de chocolate. Ese día harían el sorteo en casa del pequeño. Después de abrir unos cuantos… ¡Salió! Pilar no puede olvidar la cara que puso Jesús. -¿Ves? ¡Te lo dije!- aplaudió Pilar -¡Nada es imposible!
Desde ese momento Jesús nunca volvió a dudar. Los unicornios existen. El siguiente reto, encontrar los seis de diferentes colores que se escondían en los huevos. Pilar publicó el reto en las redes sociales y mucha gente, en distintos lugares, empezó a buscar unicornios dentro de los huevos. En el hospital continuaron con su sorteo diario. La magia comenzó a fluir. Los unicornios empezaron a llegar desde todas partes. No sólo consiguieron juntar una familia de seis colores. Ya tienen 19 viviendo en un establo que Jesús decidió construirles en el Mancha Centro. Pensó que, igual que a él le habían traído suerte y le estaban ayudando a recuperarse y a plantarle cara a Cáncer, podrían hacerlo también con otras personas. Así que los unicornios se volvieron viajeros y empezaron a moverse por la vida, de aquí para allá, acompañando a otros caballeros y damas que aún no saben que lo son y regalándoles su magia por un tiempo; para volver de nuevo al establo acabada su misión.
Jesús cambió, se volvió más valiente y perdió el miedo al caballero negro. Ya casi ni se acuerda de él. Sin darse cuenta, alrededor de su cuerpo comenzó a forjarse una armadura dorada y se convirtió en el Caballero del Unicornio. En su honor, para recordarle que nada es imposible, que está siendo muy valiente y que es “todo un héroe”, como bien sabe su madre, la noble Sagrario. Un domingo del mes de abril caballeros y damas de todas las partes de su comarca marcharon, en Madridejos, junto al Caballero del Unicornio y su hada madrina, para seguir sembrando vida.