Desde hace unos años, una de mis principales preocupaciones es cómo todo invita a la falta de reflexión, lo que hace que ganen fuerza mensajes simples y poco madurados que, a menudo, son engañosos por eliminar el matiz.
Seguramente no estaré descubriendo Roma si os hablo de la técnica de debate llamada «galope de Gish», pero como ha sido una sorpresa para mí, lo compartiré. También se llama «ametralladora de falacias», lo que es un título bastante más descriptivo. Le puso nombre Eugenie Scott, y ya sólo por esto yo le pondría un monumento.
¿Y de qué va la cosa? Pues de lanzar, en un debate supuestamente serio, tal cantidad de argumentos que el oponente no se vea capaz de rebatirlos. Esos argumentos que se lanzan uno detrás de otro tienen que ir tan juntos, a tanta velocidad y sin aportar pruebas que los soporten, e incluso sin ser en absoluto ciertos, que cualquiera que pretenda rebatirlos ocuparía muchísimo más tiempo en desgranarlos, matizarlos, separar los reales de las falacias y rebatirlas. El resultado es que el opositor se ve «ametrallado» de tal forma que transmite una sensación de inseguridad en el oyente, por lo que aquello que no tiene matiz ni prueba puede llegar a parecer más cierto, por transmitir seguridad meridiana, que lo que de verdad está fundamentado y es profundo. ¿Os suena? Porque a mí sí.
Lo vemos todos los días en las redes sociales, que de tal inmediatez no admiten la profundización en los temas, y aquellos que quieren rebatir y fundamentar acaban pareciendo aburridos a los usuarios. De ahí el éxito de las fake news y la desinformación, que no necesita argumentos ni pruebas para viralizarse. No, lo único que necesitan es bombardear sin dar espacio a un estudio en profundidad.
También lo vemos en política. ¿Os habéis fijado la cantidad de veces que los políticos lanzan una acusación detrás de otra a un contrincante sin aportar ninguna prueba? Difama que algo queda. El que está siendo acusado apenas tiene oportunidad de dar explicaciones de una o dos acusaciones cuando se le han lanzado ya una docena. Esto lo que favorece es una dinámica de «y tú más». Es decir: como resulta muchísimo más difícil rebatir una cadena de acusaciones que lanzar otra cadena de acusaciones al oponente, se opta por lo segundo. Así es como empieza a crecer sin un fin claro la agresividad en sitios que deberían representarnos, como el congreso. Al final tenemos a un montón de políticos usando el galope de Gish en lugar de detenerse a argumentar. Cuando se intenta parar esta dinámica, en lo siguiente que se entra es en quién empezó. Supongo que es inevitable frustrarse.
Sin embargo, aquí dejo un dato escalofriante para la reflexión: el término se acuñó para significar el comportamiento en los debates científicos de los creacionistas, es decir, en los que niegan la teoría de la evolución. Pensemos un segundo cómo ha conseguido abrirse paso hasta nuestros representantes públicos y hasta nuestras pantallas.