Todos, en algún momento, ante un dolor de garganta, de oído, o incluso ante una conjuntivitis, hemos ido a la farmacia a por el medicamento que creemos que nos hace falta y que nos curará, pero al llegar hemos escuchado el temido: “No se lo puedo dar sin receta” y, ante la negativa, hemos pensado que no me lo dan porque no quieren. “Sé perfectamente lo que me viene bien”, “qué manera de hacernos perder el tiempo yendo a por esa receta” o “no tiene ni idea de lo que me pasa”, hemos pensado.
Nada más lejos de la realidad: ante esa negativa, el farmacéutico lo único que está haciendo es velar por nuestra salud y seguridad, su trabajo. La automedicación es una conducta peligrosa de la que muchas veces no somos conscientes y genera problemas como la resistencia a antibióticos (de lo que hablaremos en otra entrada), que ya es un problema de salud pública de primer orden y por el que debemos trabajar todos.
Pero ¿qué es una receta? La receta es un documento normalizado, es decir, que tiene un formato que está definido y legislado, y esto es tanto para la receta pública, como la privada. Todo el mundo conoce la receta pública, con una zona donde va la prescripción (es decir, el medicamento que necesitamos), con la dosis que tenemos que tomar, cuanto tiempo, etc., otra con los datos del médico, otra con los datos del paciente y una parte de la receta que se entrega al paciente con instrucciones. La receta tiene una fecha de prescripción y una validez (10 días por norma general). ¿Por qué? Porque es la forma de asegurar que la medicación se retira y toma cuando es necesaria, una vez más, se trata de asegurar que el tratamiento es el necesario en el momento oportuno.
La ley recoge que los medicamentos de prescripción médica deben ser dispensados previa presentación de receta médica, que quedará siempre en poder de la farmacia para avalar que la dispensación ha sido correcta, esa receta es para una única dispensación. Una receta no es un post-it, una servilleta o cualquier otro tipo de papel donde se haya apuntado el medicamento, tampoco un informe de urgencias, ni nos la pueden enviar por correo electrónico al móvil.

¿Por qué se pide receta?
Ya hemos dicho, ante todo, porque es obligatorio para poder dispensar ciertos medicamentos, es decir, que la receta está garantizando que al paciente se le está facilitando correctamente la medicación que necesita y que ha sido un médico el que ha determinado que ese paciente, en ese momento y para ese problema de salud necesita ese medicamento.
Ante la pregunta “¿qué me da para?”, en ocasiones el farmacéutico (como profesional sanitario formado y especialista en el medicamento) nos dispensará el tratamiento adecuado con medicamentos no sujetos a prescripción médica (no necesita receta médica).
Normalmente los medicamentos sin receta están indicados para la prevención, alivio o tratamiento de síndromes o síntomas menores (un resfriado en un paciente sano, dolor muscular, estreñimiento ocasional, etc.). Esos son los medicamentos que el farmacéutico nos va a indicar para nuestro problema de salud, desde el conocimiento de su acción y mecanismo. Es más, durante ese “¿qué me da para?” es posible que muchas veces nos hayan dicho: “Mi recomendación es que acudas al médico”, y esto nos lo ha dicho porque puede ser que, por la duración o intensidad de la sintomatología, sea necesario.
Aun así, no debemos olvidar que estamos hablando de medicamentos, sean con receta o sin ella, sobre los que el farmacéutico informará y aconsejará sobre su correcta utilización.
¿Cómo podemos saber que un medicamento necesita receta?
Esta información está al alcance de todos, en el cartonaje de los medicamentos que necesitan receta aparece un círculo entero o dividido por la mitad (⃝). Si ese círculo es negro, se trata de un medicamento estupefaciente y necesita una receta de estupefaciente. De hecho, para dispensar estos medicamentos también los psicótropos por sus características, nos pedirán el DNI para dispensárnoslas. Vacunas, medicamentos para dormir, tranquilizantes, antibióticos siempre necesitan receta y nunca podremos obtenerlos sin ella por legislación, pero, sobre todo, en beneficio del propio paciente.
Pero si yo voy a pagar el medicamento completo, ¿por qué me piden la receta? Si el medicamento necesita receta, la necesita, esté o no financiado por el Sistema de Salud. El hecho de que el Sistema de Salud no financie un medicamento no implica que no deba estar correctamente prescrito, y por “correctamente prescrito” hay que entender que un médico ha llegado a un diagnóstico para el que necesitamos un medicamento durante un tiempo determinado, a una dosis determinada, etc.
Para terminar, como pacientes no tenemos derecho a que el médico nos prescriba lo que nosotros queramos o pensemos que necesitamos, es el médico quién ha de diagnosticar y prescribir, vamos, mandarnos lo que él crea que necesitamos. A lo que, si tenemos derecho, es que, si necesitamos un medicamento con receta, se nos facilite: normalizada, debidamente cumplimentada, tantas como medicamentos y/o envases necesitemos o sean necesarios para tratarnos. Es decir, que cuando salimos de una consulta programada o de urgencia, y debemos retirar tratamiento de la farmacia, debemos contar con las recetas necesarias para poder retirar la medicación necesaria, este financiada o no.
Resumiendo, la receta es una garantía para la salud del paciente.
Blanca Suárez Luque
Farmacéutica, Formadora Colegial
Colegio de Farmacéuticos de Ciudad Real