Hoy conocemos a Alejandro Manzanares García, un joven criptanense de 22 años al que la vida le hizo madurar de golpe, marcando un antes y un después el 6 de noviembre de 2021. Se define como alguien incapaz de estar quieto, una persona que siempre necesita estar haciendo algo. Esa inquietud ha sido, en parte, la clave con la que ha afrontado uno de los momentos más duros de su vida: el accidente de moto que le hizo perder la pierda izquierda.
Antes del accidente, vivía una etapa feliz. Estaba contento con su trabajo y en general todo marchaba bien. Aunque había dejado el deporte uno o dos años antes, su vida había estado siempre muy ligada a la actividad física. Practicó duatlón, ciclismo y atletismo, aunque también recuerda su paso fugaz por la natación, un deporte que nunca le terminó de gustar. Lo suyo era más de secarse rápido, coger la bici y echar a correr. Y sí, tenía moto, aunque en aquel entonces era más un entretenimiento que una verdadera pasión como lo es ahora.
Alejandro habla sin dramatismo, con la calma de quien ya ha tenido tiempo para pensar y empezar a reconstruirse. “Nunca he hablado del tema públicamente y creo que es el momento de hacerlo para poder ayudar a los jóvenes que hayan pasado una tragedia similar”.
Con apenas 18 años estuvo 46 días ingresado. La mayoría, pasando por quirófano casi a diario. “Al segundo día me dijeron que podía elegir: intentar salvar la pierna o amputarla. Lo pensé, lo hablé con los médicos y decidí que lo mejor era amputar. Si la salvaban, podía no quedar bien y acabar perdiéndola igual. Preferí asegurarme una recuperación con más opciones de moverme; no tener pierna no me iba a impedir estarme quieto”.
Durante los meses de ingreso, se apoyó en su familia y amigos. Dice que emocionalmente se encontraba bien, encontraba el lado positivo a las cosas. “Lo llevé bastante normal. Me preguntaba cosas, claro. Qué habría pasado si hubiera cogido otro camino o salido diez minutos antes. Pero también supe desde el principio que no servía de nada pensar así, que nada iba a cambiar lo sucedido y que lo mejor era asumirlo.” Pasó casi un año hasta que recibió la prótesis. Mientras tanto, usó muletas. No se quedó quieto. “Tenía ganas de volver a hacer cosas. La prótesis fue un alivio, pero no me esperé a ella para seguir adelante”.
Su gran motivación durante la recuperación fue clara desde el principio: volver a montar en moto. Fue lo primero que pensó tras despertarse del accidente, aunque se esperó unos días para comentarlo, por respeto a sus padres. Para Alejandro Manzanares, la moto no es solo un vehículo, es una forma de libertad, de sentirse vivo.
¿Cómo fue volver a subirte a una moto por primera vez tras el accidente?
Monté yo solo y no fui muy lejos. Tuve una sensación inexplicable; volví a nacer, tenía la ilusión de un niño pequeño mientras notaba el aire en la cara.
Para muchas personas, la opinión de los demás puede ser el mayor de los enemigos, para Alejandro, era una parte más del proceso. Asegura que nunca se sintió juzgado por la gente, aunque sí notaba las miradas, sobre todo de niños o personas mayores. Lo entendía y no le molestaba. Para él, lo importante era seguir adelante, con o sin pierna. Sabía quién era y lo que valía, y nunca permitió que una mirada o un prejuicio definieran su historia.
“Cuando entró el verano me planté mi pantalón corto, creo que ni se me pasó por la cabeza no hacerlo. No me escondo, ni me avergüenzo. Es más, tengo la prótesis como un accesorio al que me gusta cuidar. Si veo que la tengo dañada o sucia, digo: pero donde voy así. Puedo decir que hay veces que se me olvida que la llevo. Hago la vida tan normal que para mi es un pierna más».
¿Sientes que eres el mismo de antes o ha cambiado algo en ti?
No, yo siempre he sido el mismo. Cuando me pasó el accidente fue de las primeras cosas que pensé: soy quien soy y el que quisiera estar bien y el que no quiera no le tendré rencor; al revés, me hará un grato favor alejándose.
Hoy Alejandro Manzanares es un ejemplo de resiliencia. No por haber pasado por un accidente, sino por la actitud con la que decidió enfrentarlo. Supo que la vida no se detiene, que a veces hay que tomar decisiones difíciles y que incluso cuando algo se pierde, se puede seguir ganando. Su historia no es de superación, es de adaptación, de ganas, de seguir a toda velocidad, aunque el camino cambie.