Soy muy aficionada a la serie Mentes Criminales, y suelen abrir y cerrar los capítulos con alguna cita famosa. En el último que vi, una de ellas, de algún anónimo genio, decía que aferrarse a la ira es como beber veneno y esperar que se muera otro. Hacía tiempo que no oía nada tan gráfico.
Tener mala memoria tiene muchas desventajas, pero una ventaja fundamental: resulta casi imposible aferrarse a las afrentas de los demás, porque se suele dejar atrás con cierta facilidad aquello que en un momento dado nos hizo daño. Por suerte para mí, tengo memoria de pez, y me resulta difícil de entender la actitud que parte de guardar rencor por encima de todas las cosas. A menudo me dicen que tiene que ver con la envidia, pero tampoco entiendo la envidia que convierte en una ofensa lo que los demás han conseguido por suerte o por trabajo. A menudo, además, la vida de aquellos que tienen éxito suele combinar ambas cosas: mucho trabajo, saber sobreponerse a lo que venga, aprender del fracaso y un componente suerte que no se elige.
Lo bueno de la suerte, además, es que uno la aplica a lo que quiere. El problema es cuando se aplica a la de los demás para resaltar aquello en lo que uno no es afortunado. Es decir: para dejar de ver en lo que sí se es y detestar aquello que le ha tocado al resto. Eso genera ira, claro, pero una ira ajena a la realidad y contra la que no se puede hacer nada. Una ira que envenena, sí, pero con la que se espera que sea el prójimo el que palme. Supongo que de ahí sale el deseo de que los otros fracasen, la incapacidad para alegrarse de los triunfos de los demás, los trolls de internet.
Imagino que alguien que se amarga por su falta de suerte, alguien que la espera sin buscarla, acomodado en el sofá como si la suerte tuviese que saber que esa gente la merece, ese alguien debe ser una persona con muy poca tolerancia a la frustración, pero también alguien con una memoria de elefante que recuerda todos y cada uno de los agravios a los que lo ha sometido el mundo. Lo pienso porque a menudo me sorprende encontrar personas que no quieren tener éxito en un objetivo, sino triunfar para dar en las narices a los que no creyeron en ellos. Personas que critican constantemente a los que consideran más afortunados y se van envenenando, poco a poco, a la espera de esa mala decisión del exitoso, de ese resbalón, de esa palabra fuera de tono, de esa caída de la máscara que demuestre que nunca merecieron su suerte.
Resulta terrorífico cuando esos envenenados esperan que el que se muera sea alguien querido y cercano que, por lo que sea, se ha convertido en el objeto de esa frustración mal gestionada y de esa memoria superlativa que jamás olvidará una afrenta real o inventada.
María Zaragoza | Los Lectores 05/12/2022
También te puede interesar