Dicen los cronistas que diez días antes de que llegaran para liberar a los prisioneros los vencedores de la sangrienta II guerra mundial europea, los alemanes al verse derrotados dinamitaron hornos y cámaras de gas, intentando borrar las huellas de la cruel masacre humana cometida bajo el pretexto de sentirse superiores a sus víctimas.
Todavía hoy no comprendo cómo pudo ocurrir, más aún, me sigo preguntando por qué al día de hoy, existen genocidios y se deja morir a inocentes en guerras y también se extermina a millones de seres humanos en la guerra diaria del hambre que hay en la tierra.
Para que no se nos olvide, que sí que lo olvidamos, el 1 de noviembre de 2005 la Asamblea General de la ONU aprobó la resolución 60/7 en la que designó la fecha del 27 de enero para el Día Internacional de Conmemoración anual de las víctimas del Holocausto.
Murieron, dicen que murieron, porque nadie lo sabe a ciencia cierta, más de seis millones de judíos junto a católicos, gitanos, discapacitados, enfermos y toda clase de personas por el hecho de haber nacido y no compartir la ideología de quienes ostentaban el poder.
Se ha escrito y se han filmado películas. Sobre el Holocausto todo artista ha creado su protesta y su denuncia… Cuentan las narraciones y los testimonios que a las cámaras de gas entraban las madres llevando en brazos a sus hijos pequeños. Dicen que cuando la madre no existía entraban las abuelas llevando en sus brazos a los niños y a los bebés…
La efemérides de hoy nos lo recuerda y se me puebla el alma de miradas que lloran, de niños que sufrieron, de niños que murieron en brazos de sus madres y en los brazos inútiles y queridos de sus tristes abuelas.
Se me humedece la sangre, toda la sangre de mi cuerpo, si pienso en las heridas que a todos ellos les infligieron.
Oh, mis niños mortales, debilidad del cielo, paisaje de rumor atroz y exterminio perverso. No quiero olvidaros, y no me siento con fuerzas para ver vuestros ojos tan poblados de tiempo que me miran muditos desde las viejas fotos de los libros, del periódico viejo, y de la imagen que traen las pantallas donde podemos ver todas vuestras imágenes…
No pudo, ni quiero olvidaros, ardidos sin crepúsculo en el Valle de Josefaz que cruzasteis sin ser llamados, y del que regresáis en silencio para marcar la estela del horror de los hombres.
Muerte sin torna sol, sin campanas, ni ritos. Escuchadme si os canto este rezo sin templo, porque siento mi carne lacrada en el hondón del mundo por lo que os hicieron, por lo que todavía os hacemos a algunos de vosotros, cuando en cualquier rincón se vuelve a vivir genocidios.
A sacrificar vidas, volviendo a sembrar de campos de exterminios rincones violentados por el odio y la guerra de un mundo enfurecido.
Escuchadme, y si podéis perdonar tanto mal, rogar, para que la línea que separa el bien del mal se quede tan aislada que nadie pueda volver a traspasarla.
Auschwitz se vuelve a repetir cuando mueren inocentes y nadie los defiende.